sábado, 2 de junio de 2018

MAURICIO Y LA INUNDACIÓN

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MAURICIO fue al pueblo de Ocumare del Tuy, ya sabemos que vivía en La Encantada, en las Cuevas del Peñón o en La Lima; esta es la historia que más se cuenta, o más se conoce: Se dice que va al pueblo o centro de Ocumare del Tuy a comprar bastimento, menos sal, porque los encantos no prueban la sal, en esa oportunidad la policía lo detuvo pidiéndole documentos de identidad y como no los tenía fue encarcelado; ya en el calabozo amenazó al Jefe Civil con que si no lo soltaba llovería tanto de día como de noche que inundaría toda la población. -Pues no lo voy a soltar y ahora menos con sus amenazas, 

Por lo tanto, llovió y llovió, estuvo lloviendo ese día y esa noche, las calles empezaron a llenarse de agua, las cañerías se taparon, y al Jefe Civil le empezaron las dudas, pero no lo soltaba; llovía y llovía, pasó el segundo día, la gente asustada, algunas fachadas se cayeron, seguía lloviendo, y el Jefe Civil, caminaba en su Despacho de un lado a otro, con el remordimiento de mirar de reojo al hombre preso y por la ventana las calles anegadas.

Llegó el tercer día  de un aguacero pertinaz que tenía al pueblo en zozobra, con miedo a que se le cayera la casa encima porque eran de tierra, y en su interior escuchaba la amenaza de Mauricio - Si no me suelta, inundaré al pueblo; de repente, se levanta como un resorte, y le ordena al policía carcelero: -!Suéltelo¡. El Policía toma las llaves, va hacia la celda, abre y lo saca, dicho y hecho: la lluvia cesa de inmediato y todos al unísono preguntan ¿Cuál es tu nombre? y él con la humildad que lo caracteriza: !Yo soy Mauricio¡...Gracias...Se despide dejando al Jefe Civil y sus edecanes en la más absurda interrogación.

Elegía a la Madre 
de Andres Eloy Blanco


A un año de tu luz, e iluminado
Hasta el final de su latir, por ella
Desanda el viaje el corazón cansado
De tu voz, de tu mano y de tu huella
Retorna a la niñez, donde palpita
Sangres de tu luz, tu corazón de estrella
Vamos los dos a la esperada cita
Y parece saltar de mi costado
Santa y clara, tu voz de agua bendita
Yo en tus rodillas, en la calle abrojos
En la acera los dos y una saeta
Mi primer verso fue para  tus ojos
Me alzaste en brazos, trémula y coqueta
Fuiste y volviste de la risa al lloro
Y empezaste a gritar: !tengo un poeta¡
Hasta el día en que el mar, gota por gota
Cayó desde las nubes de tu llanto
Hasta los pies de tu muñeca rota
Y otro pedazo tuyo al camposanto
Niña del mar, que te prestó la tierra
Tanto te daba y te quitaba tanto
Ignoraste el rencor y el veneno
Tu pañuelo jamás midió el camino
Que había entre tu amor y el llanto ajeno
Eras cuidar el vaso y dar el vino
Como el remanso, cuando da el lucero
Pero se queda con lo cristalino
Siguió tu oficio de sepulturera
Muerto el hermoso hijo en mala muerte
Y sembrando algodón tu cabellera
Y el regreso de los hijos y los nietos
Feliz de tus estancias favoritas
Y enredada la lengua de alfabetos
Al final del estambre en tu madeja
Se cuajó en tu mirada nebulosa
La última uva de la noche vieja
el mundo de tu amor salió a la puerta
Y el silencio de un hijo que lloraba
Metió el pinar en tu cajón de muerta
Aquí conmigo estás, yo, que soñaba
Viajar contigo, tengo en tu retrato
Esa sonrisa que te iluminaba
Y allá estarás, en el taller beato
Para vestir de blancos faldellines
A mi angelito negro y al mulato
Para llenar de azules escarpines
Tejidos con celajes y destellos
La canastilla de los serafines
Tenemos tu sonrisa iluminada
La voz de tu trisagio y de tu misa
Le grita mi dolor: !No ha muerto nada¡

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A las Madres
Antonio Mediz Bolio

Madres de los héroes, madres de los mártires
Madres de los soldados, que cayó en campaña
Madres del que sueña con la gloria arisca
Madres del que busca paz sin encontrarla
Madres del vencido sin lauros ni lucha
Madres del que vence con fortuna y fama
Madres de mendigo y de paladines
De triunfantes próceres y de oscuros parias
Sean todas benditas en todas las lenguas
Por todos los hombres de todas las razas
Mater Admirábilis, Santas madres nuestras
Que nos dieron todo sin pedirnos nada.