lunes, 25 de mayo de 2020

¡ESTOY ATERRRADA!


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Según como va la vida, unas veces en el platillo derecho, otras en el platillo izquierdo, unas veces arriba, por supuesto venciendo; otras veces abajo, llevando golpes, puñetazos y patadas. 
Construí mi vida, mi existencia sobre la base de "pensar en mi futuro", "pensar en mi vejez", apoyarme en mí misma para no depender de nada ni de nadie, sostenerme, sola o acompañada, llevando mis días finales pintando, cantando, escribiendo, leyendo, mirando los nietos desde mi posición de abuela, sin opinar, porque no me corresponde, sólo dar amor.

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Qué vivo hoy? estoy en cuarentena por un virus que se desató en China, después que hubo una competencia de militares en Wuhan y donde militares norteamericanos se enfermaron de una grave complicación pulmonar, mientras en Nueva York se estaba reuniendo un montón de gente para analizar cómo defenderse de una supuesta pandemia que golpeara al mundo (muy sugestiva toda esta conflagración). Estoy en cuarentena, porque yo soy una de las personas débiles ante el virus, precisamente por la edad, cuando los pulmones ante el uso o mal uso, puede estar o no, en capacidad de resistir; llevamos varios años, desde el 2013 siendo acechados, traicionados, heridos de muerte, acorralados, nuestras despensas cada día vaciándose, nuestra moneda usada para comprar otras monedas en un país vecino, nuestro dinero sin capacidad para comprar nada, los comerciantes cada día ahogándonos con los pocos productos que traen, sin poder comprar zapatos, ropa, bisutería, artículos de belleza; sin insumos para los vehículos, cauchos, repuestos, insumos para refaccionar los aviones; encima nos dio la chicuncuya, una enfermedad que atacaba la musculatura, teníamos dolores intensos en el cuerpo, en las manos, los dedos inflamados; así mismo me fui a trabajar, y recuerdo que saliendo de la escuela me brotó por todo el cuerpo una erupción bien fea, pero me sentí contenta porque sabía que ya eso era el cierre o curación de los malestares.
Ese año fue el último viaje de turismo que hicimos hacia Mérida, Ciudad de los Caballeros, en la cordillera andina, donde está el pico Bolívar, el más alto de Venezuela; la bebé Victoria tenía seis meses y estaba desesperada por caminar; conseguimos una posada de dos habitaciones con tres camas y una litera, baños, cocina, estar, tv, cerca de un río de aguas frías y transparentes, bajábamos a un patio grandísimo, con bastante vegetación, fresas, flores, parque, y de ahí nos íbamos al río, donde los niños se bañaban, aguantando esa frialdad, a la que no estábamos acostumbrados ya que somos de tierra caliente: el centro de Venezuela.


Teleférico de Mérida Mukumbari Paquetes Turísticos

Salí jubilada de la gobernación del estado Miranda, al año siguiente, 2014, y verdaderamente parece que se desataron todos los diablos para hacernos daño. Hemos sufrido horror y desolación, lo hemos aguantado todo, las continuadas guarimbas, quema de personas en la calle, sin dolor, matar a alguien por su color de piel, llamándolo ladrón, y resulta que era un médico, ver como un empresario de los lácteos, botó una, (o dos) cisterna de leche en la autopista porque prefería botarla, a venderla a bajo precio a los pobres (sus palabras), barbaridades que sólo mentes maquiavélicas son capaces de realizar, quejarse porque los pobres estaban recibiendo comida en comedores de la comunidad, cuando hoy día es una actividad normal en cada barrio que conozco, y cómo ha apoyado a las familias. Quejarse porque hay atención en las comunidades para entregar lentes, atención bucal, y otras dolencias. Es inimaginable pensar que alguien se queje porque se le está haciendo un bien a otro que tiene menor capacidad de resolución, no puedo sino sopesar esos corazones y pensar que allí no hay nada que valga la pena, corazones vacíos de amor y de valores, siento decirlo pero así es.
Siento pena por todos esos que se alían con el enemigo para dañar lo que es mío, donde yo vivo, despreciar la Patria, despotricar de la Patria, para devolverse a la Patria cuando todos los desprecian acusan, vituperan, cuando vienen enfermos de cuerpo y alma, como el hijo pródigo, y como hijo pródigo se volverá a ir, porque  es  desarraigado.
Hoy, con una contagiada de coronavirus cerca, una maestra jubilada, que no recuerdo si entró a mi casa cuando se le entregó la caja de comida de la gobernación, estoy aterrada, de pensar en la muerte cuando tengo tantas cosas que hacer, ahora que termino de realizar un taller de redacción para que me den la opción de trabajar por internet España, y como ya nos quitaron la tv por cable, pues probablemente sigan con su acoso para doblegarnos en Venezuela.
Por lo pronto estoy feliz de que haya llegado gasolina a nuestro país, pues le faltaban los insumos para producirla, además del robo de la refinería Citgo, que tampoco podía enviarla.
Es tanto, pero tanto el daño que nos sigue llegando del norte, que es imposible enumerarlo todo, pero que todavía hay gente que adora a su dios de barro, pelea por él, se le arrodilla y le rinde pleitesía, no se da cuenta que es sólo un vulgar ladrón, pirata, pinocho, mercenario, asesino,  y un millón de calificativos más, que únicamente a los que nos gusta leer y estar informados, no nos puede engañar.


Satanás - Wikipedia, la enciclopedia libre