miércoles, 12 de junio de 2019

MI PRIMER EMPLEO

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Contaba yo con diecisiete años, acababa de salir de la escuela técnica donde había recibido el diploma de Secretariado Comercial; las materias que nos dieron fue Ortografía y Redacción, Taquigrafía Speedwriting, Inglés, Mecanografía, Redacción de cartas comerciales, que por cierto tengo guardado aún mi cuaderno, Caligrafía Gregg, lo acompañábamos con declamación, bailes tradicionales, teatro, tejido, costura en máquina de coser eléctrica (sólo había una y me la dieron fue a mi), bordados finos en blanco, con oro, zurcido invisible, cuero, cocina, pastelería, etc, una educación esmerada, que sólo en los antiguos colegios de monjas, de estas monjas, lo he visto (Las Adoratrices) e ignoro cómo será en estos momentos.
En la Fosforera Venezolana estaban buscando personal, yo sólo tenía 17 añitos, pero me fuí, supuse que por la edad no me iban a aceptar, aún así presenté el exámen técnico junto con otras 700 mujeres; de ese lote fueron eliminando y eliminando hasta quedar siete y entre esas siete estaba yo.
Empecé a trabajar, pero estaba muy jojota, muy niña, sentía miedo de todo el mundo, me asombraba muy en serio, de que alguien dijera palabras obscenas simples de uso cotidiano, famliar, por supuesto los caballeros que me veían en la parada me ofrecían la cola para llevarme al trabajo o para sacarme de allí, ya que era una hermosa joven de cabellera negro intenso, buen cuerpo y facciones agradables.
Ellos me hablaban como a gente grande y yo no era gente grande, hasta que un buen día le dije a mi mamá que no iba ir más a trabajar porque no me sentía a gusto en ese lugar.
Qué tiempos aquellos de inocencia, cuando todavía pensaba que los niños los traía la cigúeña.