La Leyenda de Amalivaca
diseñada y ejecutada por
César Rengifo en el Centro
Simón Bolívar de Caracas
Hace muchos año día, los Tamanacos vivían en la llanura que se extiende desde el río Orinoco hasta el cerro Curiquima y el río Cauray..
Un día, el cielo se oscureció, espesas nubes lo cubrieron, llovió día y noche, todo el territorio se inundó y los tamanacos se ahogaron.
Sólo una pareja se salvó en su canoa cubierta con techo de palma.
Se alimentaron con semillas de palma de moriche y así sobrevivieron a la terrible inundación.
Empujados por las corrientes y el oleaje, llegaron cerca de las montañas donde nace el río Cuchivero.
Desde la cumbre, vieron cómo las aguas cubrían la tierra.
Después de muchos días de torrentes aguaceros, la embarcación encalló entre unas rocas de la Encaramada.
Al poco tiempo, la lluvia aminoró y los rayos del sol asomaron entre las nubes.
Las nubes se fueron dispersando y la lluvia cesó.
El sol brilló esplendoroso y su calor fue evaporando las aguas y el nivel descendió.
Luego llegó el gran Amalivaca, el padre de los tamanacos, creador del género humano, el ser invisible que representa las fuerzas de la naturaleza.
Desde su embarcación fue esculpiendo las rocas graníticas que sobresalían del agua.
Grabó las figuras de la luna y el sol.
Después de organizar todo, de enseñar a los tamanacos a trabajar la tierra, la cerámica y la palma, se marchó al lugar de donde había venido.
La pareja de sobrevivientes miraron a su alrededor y vieron todo destruído y se dijeron:
¿Qué haremos para poblar la tierra?
¿Cómo vamos a cultivarla nosotros solos?
Impulsados por una fuerza superior, miraron las semillas de la palma de moriche, las cogieron y las arrojaron a la tierra húmeda por detrás de sus cabezas.
Las semillas germinaron y de cada semilla surgió un Tamanaco.
De nuevo se pobló la tierra y los hombres se extendieron por toda la superficie.
Por eso, los Tamanacos se dicen "Hijos del Moriche"