martes, 1 de octubre de 2019

EL SONAMBULISMO

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Cuando pequeña recuerdo que tenía episodios de sonambulismo; es sentirse invadido por una fuerza extraña que no puedes combatir, ni desobedecer, sencillamente te vas en pos de una idea inicial y la desarrollas.
Los religiosos me dirán que era el demonio que me estaba poseyendo, pero no era maligno lo que estaba haciendo.
Por ejemplo, me levantaba de la cama con la idea de hacer café. abría la puerta del cuarto, donde dormíamos mi mamá y yo, bajaba unas escaleras, cruzaba hacia la cocina, todo en la más completa oscuridad, buscaba la paila del café, le colocaba el agua, la ponía sobre la hornilla, sin encender el fuego, y me iba a dormir otra vez.
No me tropezaba, ni me caía, ni se me caía ningún objeto de las manos, normal como si fuera de día. Al día siguiente recordaba lo que había hecho y me preguntaba el por qué, y si estaba loca, ya que lo que hacía no tenía cómo detenerlo, era como un guión.
En otra oportunidad, llegó la visita a la casa de una prima, pues en la noche, bajé un cuadro de Simón Bolívar, grande de vidrio, un metro por 50 cm, agarré mi sábana y me fuí acostar junto con mi prima, una pierna arriba de la camita y la otra en el suelo, abrazada al cuadro y la sábana por el piso, titiritando de frío me desperté. En la casa nadie me comentaba algo, como si fuera normal que yo hiciera esas cosas extrañas.
Hubo otra oportunidad, que estando en un internado para jóvenes, seguí el guión de que debía agarrar a golpes a una compañera, acostada me fuí vistiendo poco a poco, cuando me tocó ponerme los zapatos me desperté  muy asustada y me volví a acostar, con miedo de que las monjas me descubrieran.
Estos episodios me duraron aproximadamente hasta los doce años. Hoy día coloco la cabeza en la almohada y quedo profundamente dormida, con unos sueños lúcidos, en colores, durmiendo en un solo sitio de la cama y en la misma posición.