viernes, 20 de noviembre de 2020

RAMÓN-EL-LOCO


 
A Cristina Falco.

Ramón-el-loco fue una vida solitaria, una existencia humana hecha de desamparo y soledumbre. Loco al fin, anduvo siempre a solas con sus fantasmas. Y a mí me conmovía su soledad.

Mi abuela me contaba de una noche de oscurana

espesa y torrencial aguacero cuando el pobre orate pasara sollozando por las cercanías de nuestro rancho sin querer detenerse y desde entonces aprendí a verlo siempre con ojos de piedad.

Conste, sin embargo, que la presencia física de Ramón no inspiraba lástima. Los locos de mi pueblo no presentaron nunca el doloroso espectáculo de esos desquiciados llenos de mugre y harapos que abundan en nuestras inhumanas ciudades de hoy.

En verdad, Ramón no fue un loco de atar.  Eso si, su sinrazón no le permitió jamás diferenciar entre lo tuyo y lo mío y ejerció, deliciosamente, su oficio de ladrón. Un ladrón que a menudo provocaba más la risa que la rabia de los propietarios del lugar. "Mirá", le decía a cualquier transeúnte "cómprame una docena de jojotos". Y si el tipo le preguntaba: ¿Estás sembrando ahora, Ramón? respondía, de lo más fresco: "No, pero por ahí hay mucha empalizá bajita"

Una vez lo llevaron a la policía por robar, la noche anterior, la ropa que una pobre mujer había dejado tendida en el descampado que le servía de solar y se defendió ardorosamente: "No, señor jefe, si yo no la robé. Fue que se la escondí para enseñar a esta mujer a no ser tan descuidada" ¿Cómo se le ocurrió dejar esa ropa así, al alcance de cualquier ladrón? "Ya voy a buscársela". Pero el más gracioso de sus robos fue el de una mula. Se lo hizo a un ganadero de La Trinidad, quien estaba más que achispado con el sabroso Hennessy del botiquín de Angel López en la esquina de más prosapia del pueblo. Lo alcanzaron llegando a Tocópero y cuando el policía-no sé si Alcalaíta o Chano- le preguntó: Ramón, ¿por qué te trajiste esta bestia? respondió lúcido: "No, yo no me la traje, fue ella la que me trajo a mí" Lo cual, desde su punto de vista, era rigurosamente cierto.

¡Ah las delicias de aquellos tiempos de Ramón-el-loco! Ahora Cumarebo tiene aires de factoría. Se siente uno dolorosamente solo entre tanta gente extraña y se asila en la memoria,se refugia en sus muertos y se instala definitivamente en la ternura y el amor de un tiempo que no pasa. Y se consuela uno soñando que quizás mañana esta gente extraña tendrá unos hijos tan cumareberos como nosotros, viviendo en un Cumarebo, naturalmente distinto, pero lo suficientemente idéntico al que nosotros llevamos en el torrente de la sangre.


Texto extraído de "Por las noches de aquel tiempo" Crónicas. Daniel Ramón Medina. Consejo de Profesores Universitarios Jubilados. U.C.V. Caracas 1984