jueves, 9 de mayo de 2019

EL CHACRA DEL CORAZÓN

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Atendiendo a mis observaciones como maestra, me dí a la tarea, desde mi biblioteca de contemplar a una bebé de cinco años, que lloraba frecuentemente, se colocaba con su sillita en la puerta del salón a velar por la llegada de su mamá o papá para que la devolvieran a la casa, lloraba toda la mañana, no se movía de ese cuadrito, hasta que un día la llamé y le pregunté si quería estar conmigo en la biblioteca, revisando libros o realizando otras actividades que la hicieran olvidar un poco de sus miedos o dolores que la estuvieran acechando.
A veces aceptaba, otras veces se negaba rotundamente a cambiarse de sitio, y por supuesto dejar de llorar; un día el papá fue quien vino a traerla y se lanzó al suelo, renuente totalmente a entrar al aula.
Otro día, se secó las lágrimas y aceptó gustosa acercarse a la biblioteca, le dí unos cartones para trenzar, los realizó todos, y estaba muy comunicativa. la interrogué, le pregunté, qué sentía cuando le daban esas ganas de llorar, y me contestó que sentía un dolor muy grande en la boca del estómago que le daban las ganas de llorar, señalándolo al mismo tiempo. 
Pensé en la solución para ese conflicto y recordé los chacras, "Centros energéticos del cuerpo, que son siete, que se abren y cierran como el lente de una cámara, y actúan como transmisores de energía, y también son receptores del miedo, lo que puede afectar tu salud física y/o emocional".
El chacra del corazón de esta niña me está hablando de que puede que esté abierto, recibiendo miedos que no puede controlar y habría que cubrirlo, así que llamé al representante y le expuse mis temores, le pedí que le consiguiera a la niña un medallón y se lo colocara con cinta, justamente en la boca del estómago para taparle su chacra que estaba funcionando indebidamente. El representante, quizás no entendió mi punto de vista pero me hizo caso, le consiguió su medalla y la niña aceptó también llevar la medalla
Han pasado varios meses. 
Hoy la ví, estaba tranquila, moviéndose en actividades dentro del aula, cuando llegue a cantar, se sentó delante de mí, unida a mis rodillas, y allí estuvo todo el rato hasta que terminé la actividad.  
Después de varios meses de lucha y llantos, está bien, jugando con los demás niños y realizando su tarjeta del día de la madre. 
Que mejor regalo que ese, ver a su hija sin lágrimas en los ojos disfrutando de su escolaridad. 
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LA MAGNIFICA

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Una de las experiencias en la fe que he tenido, ha sido recitar las palabras de La Magnífica, mantra que me dio mi mamá para cuando hubiera alguna mala influencia o negativismo en el ambiente, y que ha llenado mi vida de expectactivas, todo el tiempo. 
No es que me ponga como loca a pedir, implorar, suplicar, llorar, rogar, no, a un Dios en específico, no, es que lleva tanto poder ese mantra, que tumba cualquier barrera que se levante.
En una oportunidad veníamos de Súcuta y se monta en el autobús un muchacho, se sienta delante como a tres asientos del chofer. Mira hacia atrás a todos, se levanta la franela y deja ver una pistola en la parte de atrás de su pantalón, viéndolo, seguidamente pronuncio mi mantra para equilibrar el ambiente. 
Termino de pronunciar las palabras, y de ipsofacto el chico se levanta , le pide al chofer que pare y sale corriendo para bajarse.
En otra circunstancia, estaban dos personas con un grado alcohólico muy alto, esperando a cierta persona, en la oficina donde yo estaba trabajando, requiriendo su presencia por un pago que le debía haber hecho y no se había consumado. 
Me preguntaron los dos individuos por el paradero del deudor y le contesté que había salido pero que pronto regresaría, enseguida empezaron a vociferar sobre la deuda y muchas palabras hirientes no descartando la agresión fisica. 
Los personajes decidieron salir de la oficina y volver cuando el deudor regresara. 
El deudor regresó todo angustiado, por las consecuencias impredecibles que estaban a punto de ocurrir; los acreedores regresaron con su carga de violencia, y yo le pedí al deudor que me cediera su oficina por un minuto mientras repetía mi mantra; me senté, pronuncié las palabras y al instante el deudor abre la puerta y me pregunta, que pasó, cómo lo hiciste; qué hiciste,  mi respuesta fue -qué pasó?, me contestó: que los beodos se habían ido y que le aceptaron su nueva condición de pago, sin más preámbulos, sin una palabra demás, ni encolerizada, sólo de verlo, creo que no estuvieron ni un minuto, entrada por salida. 
Y así como estos dos ejemplos tengo muchos otros más que dan respuesta, en un chasquido, a una necesidad bajo el manto de La Magnífica.