domingo, 27 de enero de 2019

AUXILIO¡¡ AUXILIO¡¡


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En una oportunidad, me correspondió ir a un seminario en Caracas la semana siguiente de cuando me avisaron, cuando trabajaba en Bibliotecas de Aula, por lo que decidí cortarme el cabello y adecentármelo porque estaba muy feo. 
El gobernador nos daba los viáticos: desayuno, almuerzo, cena y hospedaje. 
Me fuí, busqué el hotel que estuviera cerca del Ateneo de Caracas, donde iba ser el encuentro educativo, por tres días; la habitación que obtuve quedaba en el segundo piso, casi última en el pasillo. 
Para dormir me llevé una pijama de color blanco con dibujitos, manga larga y cuello alto, que casi no usaba en Ocumare por el calor que me daba. 
Esa noche...
esa primera noche, estaba muy cansada, me puse mi pijama y me acosté a dormir, después de cumplir con mi higiene personal. 
A media noche me provocó ir al baño, 
pero...
sin ninguna necesidad abrí la cortina del jacussi y quedé espantada, pegué un grito aterrador, ya que, mirándome fijamente estaba un hombre vestido de blanco, cabello corto, y...
salí corriendo de la habitación, pidiendo auxilio, tocando las otras puertas, nadie abrió, hasta que se presentó el wachimán, quien revisó por todos lados, debajo de la cama, en el baño, el jacussi, la ventana del baño, explicándome que por esa ventana no podía pasar absolutamente nadie, que los barrotes no estaban doblados y que si acaso cabía alguien, podía ser un niño, y a esa hora un niño por ahí...¡¡imposible¡¡.
Yo todavía con el susto en la boca, en el corazón, temblándome las manos, primero de estar sola en Caracas, en un lugar desconocido, sin tener con quién hablar, y segundo verme obligada a permanecer allí después de haberme sucedido este percance.
Lo cierto del caso es que el wachimán se fue y me dejó sola, cerré la puerta y me quedé sentada en la cama analizando lo que había pasado, por supuesto no apagué la luz y me dirijí hasta el jacussi, a ver cómo había sido el asunto y ¡oh¡, ¡no¡, ¡oh¡ ¡no¡, 
que vergüenza¡... me dí cuenta que el hombre que me miraba a través del espejo era yo misma. 
¡Oh¡ vergüenza, cada vez que pasaba al lado del wachimán, con su mirada me recordaba que pedí auxilio por no haberme reconocido en el espejo grande del baño, a media noche y medio dormida...

Resultado de imagen para mirarme en el espejo y ver un hombre