domingo, 2 de junio de 2019

LAS ÁNIMAS



En sus tiempos de joven, mi mamá, junto con mi abuela Justina Barreto, estaban planchando un montón de ropa a la media noche, en la hacienda La Croquera, tenía la ventana abierta para paliar un poco el calor que desprendía la plancha de hierro, que para aquella época se tenía que calentar en un fogón y agarrarse con un buen forro para que no le quemara las manos.
Lo cierto del caso es que el montón de ropa iba bajando, porque entre las dos, madre e hija, estaban haciendo el trabajo rapidito.
De repente, escucharon unos sonidos inconfundibles de personas que venían rezando y en procesión, todas vestidas de negro con fogatas en las manos y avanzando lentamente hacia la ventana por donde ellas las podían visualizar.
Las mujeres se acercaron a la ventana, donde estaban también asombradas las dos féminas, que no atinaron ni a moverse,cuando las ánimas le dijeron: -No es hora de trabajar, váyanse a dormir. 
Y desaparecieron, con la misma, después de dar esa orden. 
Mi mamá y mi abuela, enseguida cerraron la ventana y se fueron a acostar, apagando el fuego y dejando  en buen recaudo la plancha caliente.
Después de muchos años revivieron en mi presencia ese episodio de miedo frente a mí, cuando hablábamos de Las Animas Benditas y sus apariciones. 

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