Lo cierto del caso es que el montón de ropa iba bajando, porque entre las dos, madre e hija, estaban haciendo el trabajo rapidito.
De repente, escucharon unos sonidos inconfundibles de personas que venían rezando y en procesión, todas vestidas de negro con fogatas en las manos y avanzando lentamente hacia la ventana por donde ellas las podían visualizar.
Las mujeres se acercaron a la ventana, donde estaban también asombradas las dos féminas, que no atinaron ni a moverse,cuando las ánimas le dijeron: -No es hora de trabajar, váyanse a dormir.
Y desaparecieron, con la misma, después de dar esa orden.
Mi mamá y mi abuela, enseguida cerraron la ventana y se fueron a acostar, apagando el fuego y dejando en buen recaudo la plancha caliente.
Después de muchos años revivieron en mi presencia ese episodio de miedo frente a mí, cuando hablábamos de Las Animas Benditas y sus apariciones.