Vi un niño
con hojas arrancadas de un libro
en sus bolsillos rotos.
Lo ví mirar al cielo,
a su entorno,
la tierra que lo parió
y quedarse ensimismado
hacia el horizonte longevo.
Ví sus manos abiertas
en busca de algo
intangible
etéreo
quijotesco
lozano e
inmarcesible.
Ví una mueca
de interrogación
en sus manos apacibles
ansioso de palpitar
y en bocanada absorber
su propia e
individual corriente
del amor universal.
Ví sus ojos tristes
y sentí mi corazón
comprimido de dolor
cuando comprendí
que por carencia de letras
él no podía disfrutar
la esencia de Ser un ser.
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