martes, 30 de abril de 2019

LA BIBLIOTECA


Fui jubilada en el 2014, por las autoridades del estado Miranda, como estaba trabajando en las montañas de Súcuta - El Peñón, es decir las cuevas del Peñón, donde habita Mauricio El Encanto de las Aguas, pude hacerlo con veinte años de servicio; ya yo había trabajado en las escuelas nacionales, donde laboré durante veintisiete años, incluyendo cuatro rurales en Barlovento y una escuela privada en El Junquito Km 13, desde 1968; toda mi vida entregada a la educación, con mucho orgullo de pertenecer y ser Maestra, durante tanto tiempo. 

Lo cierto del caso es que me jubilaron, en el momento en el cual la oficinista me dio la noticia, sentí como si a mi alrededor hubiera habido un ventarrón que me movió del piso, lo sentí en mi piel y me tuve que sostener en el escritorio, por lo fuerte del ventarrón. 
Le dí las gracias y salí, le pregunté para cuándo se haría efectivo y me contestó que para noviembre; es decir que seguiría trabajando para realizar la fiesta de navidad a los niños de un primer grado que ninguna maestra quería aceptar porque también iban a salir jubiladas. 

Resulta que la que salió jubilada fuí yo y realmente tuve que afrontar muchas dificultades en ese grado porque la indisciplina era feroz, aunado a mi edad que no me ayudaba en nada y eso los niños lo percibían como una debilidad. 

Le preparé su fiesta, montamos un arbolito en la pared, cada niño debía traer un regalo comestible para intercambiar 

Navidad en paz y amor. Esto fue el 15 de diciembre de 2014.
Me sentí algo inestable en el aparato digestivo, en 2015, estaba enferma, me detectaron E. Coli, empecé a adelgazar notablemente, todo lo que comía me caía mal, los exámenes daban cuenta de perforaciones en el canal digestivo, con sangre; no soporté los medicamentos y dí inicio a medicina natural, papa rayada, zanahoria, tomate de árbol, lechosa, remolacha, y mucho monte. 

No podía recuperar peso, porque las condiciones económicas ya se estaban viendo comprimidas, asi que la dieta la perdía a cada rato.
En 2017, decidí buscar un lugar en otra escuela y resolví llevarme a la bebecita al preescolar cercano a ver si me la aceptaban, tenía ya dos años y medio y me fui a la escuela. 

La aceptaron y me quedé junto con la niña, porque era "Simoncito Comunitario" y el representante debía quedarse junto al alumno. 

Como no conocía a ningún maestro, no sabían que yo también era maestra, por lo que me ofrecí a ayudar con cualquier necesidad atinente a la profesión que tuvieran. 

Así pude ayudar a realizar dibujos, carteleras, papeleos, juegos didácticos, montar exposiciones, montar afiches, títulos, cantar, bailar, contar cuentos, etc. Como voy todos los días, la nueva subdirectora, me preguntó si quería participar en la biblioteca de la escuela, y le respondí alegremente que sí, me puse en contacto con la otra maestra bibliotecaria y emprendimos el trabajo, contar los libros que teníamos, pedir libros a la comunidad, preparar el día de la inauguración, elaboración de la cartelera de la biblioteca, donde se veía el trabajo a efectuar entre las dos, la oficial y la adherida, hoy con el nombre que me asignaron: Maestra Pueblo. 

     
Así han transcurrido casi tres años, muy a mi gusto; los niños cantan canciones tradicionales, lectura de cuentos, y revisión de libros para aprender su uso. Son capaces de relatar cuentos con toda la entonación aprendida y el gusto que tienen por estar allí con un libro entre las manos, que es el objetivo final de una Biblioteca Escolar. 
Gracias al Centro de Preescolar Año Internacional del Niño por dejarme participar.

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