sábado, 25 de mayo de 2019

LA BELLEZA

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Hoy más que nunca nosotras las venezolanas hemos sido criticadas por esa forma tan particular que tenemos, de abarcar la belleza, es decir, no es la belleza en sí, sino el gusto por la belleza, lo bello, lo armonioso, lo estético.
Yo me recuerdo de seis años, amarrándome la cintura con un alambre, porque añoraba una "cinturita", me imagino que sería por las cinturitas de la mujer mexicana que era las únicas mujeres que podíamos ver en las películas; y no sólo por el susto que me llevé cuando me lo fui a quitar y me costó un terrible sobresalto, por lo apretado y retorcido que estaba.
Luego me recuerdo de once años haciéndome un tratamiento de limpieza en el rostro, actividad que aún en este tiempo conservo como ritual nocturno, cuando que a esa edad no es necesario ningún tipo de aplicación sobre la piel.
A los quince años mi mamá me entregó las cremas C de Ponds y la humectante, las cuales conservé en gran parte de mi vida, hasta que empecé a probar todas las cremas que salían al mercado, como la segundo debut, las de Avón,  y otras muchas cuyos nombres no recuerdo.
En estos momentos cuando hay tantas carencias en Venezuela, utilizo las frutas, la hoja de la cucaracha, el jabón azul, el orégano, el mentol, la telita interna del huevo mezclada con alcohol o crema de la piel, como base del maquillaje; utilizo el adhesivo y me lo quito, todos los días con aceite de comer, y escucho comentarios muy favorables acerca de mi edad.
Todas las semanas me arreglo el cabello, me lo pinto mensualmente con papel de seda negro y morado, que da un brillo muy especial cuando le cae la luz.
Así como yo lo hago, en Venezuela, la mayoría de mis compatriotas tienen el mismo ritual, caminan, trotan, van al gimnasio al aire libre, usan fajas, se arreglan las uñas, andan con aquellos pies y manos  bonitos
Por lo general en cada casa hay una plancha para  alisarse el cabello, la pintura para las uñas no falta,  el paquete de maquillaje tampoco y nos gusta ser así, estar así.
Cuando hablo de mi gusto por la estética, es algo que traje conmigo, nadie me lo inculcó, ni me dijo que debía ser así o que debía ser asao, sencillamente vino en la maletica que todos traemos al viajar a este mundo, porque mi madre y mi abuela no se esmeraban en cuidarse como me cuido yo, aunque puedo decir con orgullo, según me contaron que mi abuela era la mujer más bella de un lugar denominado Palo Negro
El que no lo trajo, pues no lo trajo, cada uno, cada país cada conglomerado tiene una misión en esta vida; no es criticable y está muy mal hecho de las venezolanas que se dedicaron a criticar los lugares a donde llegaron en vez de agradecer con buenos gestos a esas mujeres dueñas de su territorio, solamente podemos dirigirnos a ellas con un disculpen. 

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