La hora corría sin contemplaciones y cuando me dí cuenta ya se acercaba la media noche... seguí sentada en la computadora, cuando escucho que abren la puerta y ya¡ estaban llegando, de una reunión super agradable donde todo mundo bailaba sin parar, donde la diversión estaba a la orden, los adultos y los jóvenes reían y se sentían a placer, bailando los diferentes ritmos que le ofreció el conjunto musical que la Alcaldía Tomás Lander había contratado para celebrar los 300 años de fundada de esta comunidad.
Lo cierto del caso es que intentaron venir en moto, pero estaba demasiado cara para seis personas, dos féminas y cuatro jóvenes, por lo que se decidió venirse caminando.
A mitad del camino, ya cerca de nuestra comunidad, les sale al paso un perro, peludo, grande, pelaje negro que les ladra insistentemente; ellos no le hacen caso y siguen caminando, hasta que se olvidan de él.
Llegan, pasan por el frente de la casa, cuando se dan cuenta que el perro venía detrás, silencioso, acompañándolos, siguen de largo porque era un deber entregar en su casa a uno de los chicos, de catorce años, a sus padres. Cuando el perro ve que abrieron la puerta, se devuelve para retornar, pero mi hija le dice: -para dónde vas tú?, si todavía no hemos llegado a nuestra casa¡¡. Pués, increíble, el perro al escuchar esto, se acostó en el suelo...a esperar la entrega y despedida.
Una vez que se vienen, el perro se levanta y los vuelve a seguir, hasta detenerse en el frente de nuestra casa, abren la puerta, entran y el "acompañante peludo", sigue hacia la vía de donde había venido.
Llegaron sin otro susto que haberse encontrado con una simpática e inexplicable compañía en la obscuridad de la noche, de un ángel guardián.
