En el año 2015, pasamos momentos críticos con respecto a la comida, al sustento, mientras mi hija se iba a realizar las respectivas colas para conseguir algo de comer, yo me quedaba en la casa con las tres muchachas, inventando llenarles el estómago con algún sobrante que hubiera en la nevera, y yo misma pasando hambre y aguantando las ganas de comer para que las niñas no se quejaran. Gracias que ellas en ningún momento se quejaban o lloraran porque así se me hubiera complicado la razón con la sinrazón.
Para aquel tiempo el esposo de mi hija trabajaba en un lugar donde había muchos árboles de mango, se llevaba un saco y lo llenaba hasta arriba, como uno o mas metros, lo traía y cuando él llegaba, nos sentábamos a desayunar, almorzar y cenar mangos, una delicia tropical que degustábamos con fervor (creo que si trump hubiera sabido que nos alimentábamos así, hubiera utilizado sus influencias para sancionar y cortar las matas, o enviarle la orden que si echaban flores ni se les ocurriera dar frutos); ese tipo de alimentación nos duró por mucho tiempo, porque veíamos pasar a las personas por el frente de mi casa con sendas bolsas, bultos, cajas repletas de mango, que se convirtió en el alimento central del venezolano.
Así pasó el año, adelgazamos, yo, entre un problema estomacal que me asaltó y la carencia de comida adelgacé doce kilos, que aún no he recuperado, y creo que por mi edad ya no será; así que me voy a quedar tranquila con mis delgadez de quinceañera, que aunque coma hoy tres veces al día no me producirán grasa en los músculos, ni aún estando en cuarentena.
Desde mi corazón le doy las gracias a los árboles benditos de mango que nos sostuvieron en momentos de debilidad y aún lo hacen con la delicia de su sabor.
Cada una de sus especies tiene un sabor especial, tenemos el mango piña que es grandote para jugo, también está el de jardín que es chiquitico como el puño de una mano, hay también uno que le dicen bocado, pues se come de un bocado, otro llamado pico de loro, ese es una delicia de mango; otro hilacha como su nombre lo indica, bien sabroso, y debe haber otros nombres, pues me dicen que son como doce tipos de mango; aquí en Venezuela utilizamos los mangos verdes para hacer la jalea de mango, una exquisitez para el paladar, donde se combina lo ácido con el azúcar o papelón y los jóvenes comen el mango verde picado en tiras con sal y adobo, no sé a qué sabe y no lo quiero probar. Guácala.
