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sábado, 31 de agosto de 2019

LOS BARRETO

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Seis hermanos de apellido Barreto, salieron de las islas Canarias, hacia el paraíso terrenal: Venezuela, con las ilusiones a flor de piel, en un gran barco propio, con todas esas cosas queridas que no eran capaces de abandonar, así como habían dejado en una fría tumba cuerpos de los padres fallecidos, almas desgarradas por el infortunio de la Patria desolada e insostenibles lazos fraternos, manchados con sangre.
María de Barreto, se trajo una esclava, a quien quería como un familiar muy preciado, mujer que se había criado con ellos, esclava que en un descuido, no se sabe si mareada o un acuciante miedo a lo desconocido, un oscuro presentimiento, que no pudo descifrar, fue hipnotizada por el vaivén del monstruo  y cayó entre sus aguas rebeldes, hubo gritos, lágrimas, esfuerzos, nada sirvió.. el mar abrió sus fauces y la desapareció sin contemplaciones.
La travesía continuó, los dolorosos recuerdos eran comentados una y otra vez, sin explicación, sólo lágrimas silenciosas se obtenía como respuesta, rodando por las pálidas mejillas; Cómo olvidar la ofrenda que habían entregado para escalar la cima del ansiado paraíso.
Y llegaron.., cada uno de estos hombres bregadores se dirigió, entre abrazos, besos y miedos a una incierta despedida, hacia cualquier punto de esta desconocida Venezuela.
Mi familia se dirigió a Palo Negro en el estado Aragua, se instalaron en lo que es hoy la aviación y La Croquera, por algunos años todo era felicidad, nacieron tres mujercitas: María de Jesús, Guillermina y Justina y una por fuera del matrimonio: Narcisa.
Cuenta mi abuela que su  papá en navidad le regalaba a cada obrero un saco de granos o queso, o cualquier alimento que estuviera interesado el receptor, que tenía una habitación donde lanzaba las morocotas de oro y allí nadie entraba, que sus zapatos lo traían de las islas, bordados con piedras semipreciosas, que su papá tenía amputada una pierna y la prótesis fue traída de Alemania, tenía además un maestro particular que las atendía en el hogar y como era un espacio rural vivían felices  entre animales, árboles de eucalipto para mecerse con la brisa y frutales, hasta que mueren los progenitores, contaba mi abuela con ocho años. Las niñas quedan huérfanas y son enviadas a hogares  distantes entre sí, María de Jesús va hacia Turmero, donde se casa con un caballero de apellido Puerta y logra una extensa familia, de favorables recursos económicos, Guillermina fue criada en Palo Negro, donde hace nupcias con Salomé Martínez, quienes vivieron al lado de la vivienda de sus ancestros; la bella Justina, fue entregada a los esposos Cróquer: Carmen y Cirilo, primos de la familia Barreto. Le digo bella porque un ciudadano de su época me refirió que ella era la mujer más bella de Palo Negro..
En fin la vida sigue y Justina, no se sabe si por falta de cordura, rabias acumuladas o añoranzas del amor parental, o como lo expresan todos los adolescentes, que dicen no sentirse queridos, o abusados, maltratados, decidió irse de esa casa en busca del amor negado, a  los quince años, considerada por la familia como la "oveja negra", dando tumbos de aquí para allá, sin dinero, sin un techo donde vivir...sin nada en las manos, deambulando de una casa a otra, prestando sus servicios para el hogar, oficio que no sabía, por ser la princesa de la casa, la más chiquita, la consentida; tuvo que aprender, por hambre, por necesidad, creyendo ingenuamente en palabras de amor, esperando vanamente llegar otra vez al sitial que la vida le había arrebatado, quedó embarazada siete veces, y los hijos fueron pereciendo uno a uno, dejándola triste como La Dolorosa, hasta la muerte del único varón que vio por ella, el 4 de octubre de 1971, yendo a su encuentro, lo siguió el 25 de octubre del mismo año, con una simple gripe y un gran dolor.
Por aquellos años, mi mamá y mi abuela fueron a trabajar a la hacienda de sus padres, a planchar ropa, hacienda que había cambiado de nombre y ahora se llamaba La Croquera. Me contó mi abuela que siendo una joven madre, cargada de hijos, se acercó hasta ella su primo Cirilo y le ofreció comprarle una casa, que le dijera dónde, pero ella llena de orgullo, rabia, desamor y desesperanza, le contestó que no necesitaba nada de él, que se fuera y no la buscara más. Años después, su esposa en su lecho de muerte, la mandó a llamar para pedirle perdón por el trato que le había dado en su niñez y adolescencia, comprendiendo así que sentía culpabilidad por la vida tan desastrosa que había llevado esta niña sola, huérfana de padre y madre, que ella había cobijado en su triunfante y próspero hogar.
Hoy yo, descendiente de Justina, a quien amé y amo sin medida, me hace recordar los coloquios que teníamos, sólo a ella le hacía preguntas engorrosas, me acurrucaba en su pecho, en sus piernas y soñaba ser la dueña del infinito, de su indecible amor que no tuve reparos en disfrutar yo sola, si más nietos.
Hoy, cuando llega a mis manos una niña abandonada cuya fecha de nacimiento es la de ella, con las mismas características, el mismo sufrimiento, la misma pérdida, las mismas ilusiones, le doy la bienvenida a Justina, mi abuela que ha decidido venir a visitarme y quedarse conmigo, igual, cuando soñé que alguien tocó la puerta y abrí, era mi abuela, humilde, recostada de la pared, me sorprendí y le grité: ¡¡Abuela y qué haces tú aquí? me contestó dulcemente: --Sólo vine a saber para dónde se habían mudado. PROOOM. Me desperté y me quedó una bonita sensación de amor.

                                                       Mi abuelita adorada