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miércoles, 23 de junio de 2021

UNA CULEBRA AGRADECIDA

Siempre hemos visto a las culebras y uno que otro animal, sin espíritu  o sin alma, o sentimientos de empatía hacia los seres humanos, como pudiera ver a un perro, motivo por el cual los agredimos porque le tenemos miedo. Así somos, fíjense nada más lo que están haciendo contra los ratones en Australia  , métodos bizarros, sencillamente surgidos de la desesperación de ver destruida sus cosechas, la hedendina que surge de su orine, y el peor hedor que es el de sus cuerpos descompuestos. Sobre todo recuerdo de España,  a un ser que fue abandonado a los nueve años en el bosque por su padrastro y convivió con los lobos, siendo aceptado como un lobito más; tenía como mascota a una culebra y en un momento que estaba envenenado por unas semillas que se comió, la culebra le señaló con su cabeza la hierba que debía consumir para librarse del veneno, es algo maravilloso e incomprensible, que un animal silvestre se haya dado cuenta de su mal y lo guiara hasta el remedio. ¡¡Incomprensible.!!

El mundo está consumiéndose con plagas, roedores, insectos y horrores inventados por "el hombre" para aplastar a los demás hombres del mundo; claro no vamos a referirnos a estos horrores sino a la historia de un caballero, el señor Cosme, cuyo oficio se basa en ganarse la vida colocando letras o nombres en las tumbas de las personas fallecidas, cuyos familiares solicitan de su trabajo para solucionar alguna falla en el Cementerio de Ocumare del Tuy. Lo cierto del caso es que el señor Cosme estaba un día en su trabajo habitual en el cementerio y al pasar por una tumba observó que en un hueco estaba una culebra tratando de salir, 

Reptaba por la pared y caía, volvía a reptar por otro lado y volvía a caer; y así quién sabe cuántas veces y cuántos días llevaba en esa situación, sin alimento, sin agua, cansada, con la barriga pegada del espinazo. 

Él, tocado de empatía por lo que le estaba pasando al pobre animal, despreciado por la humanidad, le dijo: 

-¡Ya va culebrita, que yo te voy a ayudar!.

Se puso a dar vueltas por entre las tumbas buscando algo y encontró una rama, que la llevó hasta donde estaba atrapada la culebra, y se la bajó hasta donde ella pacía; el animal al ver la rama empezó a reptar por encima hasta llegar al final en el exterior, allí se detuvo, lo miró por un rato con agradecimiento, en sus ojos se mostraba lo agradecida que se sentía y dando media vuelta siguió su camino, perdiéndose entre la maleza. El hombre sintió un bálsamo de alegría y satisfacción con aquella mirada que lo bañó, y cada vez que ve a cualquier animal recuerda con extrañeza a esa culebra agradecida con la que se topó un día en el cementerio de Ocumare.