De las pestes que se ha sufrido en la familia, aquí en Venezuela, pues no han sido muchas, porque según me han contado, cuando bebé, me dio sarampión del morado, me hospitalizaron, y colocaron en cuarentena separada de las demás salas por una cortina, solita en una cama, hasta que mi mamá y mi abuela decidieron que eso no podía ser y mientras una de ellas entretenía a la enfermera de guardia, la otra me sacaba del hospital de niños. Fin del asunto, me curaron quién sabe cómo, sería con sus montes, pura medicina natural.
Luego de esa peste, toda la familia se enfermó con la gripe asiática, caímos todos, jóvenes y viejos, mi abuela nos atendió a todos, nos curamos, nos levantamos y cada quien a sus obligaciones laborales; una vez que nosotros nos levantamos, cayó mi abuela, quedó como un pollito, la gripe asiática pudo con ella.
Después que pasamos estas enfermedades, cada quien creció, se separó del tronco y por mi parte en mi casa, sufrimos de otra peste, cercana, como fue la chincuncuya, todo el cuerpo nos dolía, las manos las teníamos hinchadas, no podíamos agarrar los lápices, ni bolígrafos para escribir; saliendo de la escuela, a mí particularmente me salió una erupción en los brazos, horrorosa, pero ya eso fue lo último que sucedió con la famosa enfermedad, a otros no les dio la erupción.
El dengue también atacó a cierta parte de la población venezolana, en mi casa una de las niñas la sufrió, la mantuve hidratada a diario durante los cinco días de enfermedad hasta que al final le salió una erupción roja en todo el cuerpo y de allí sanó.
Ahorita estamos a la expectativa, porque no sabemos cómo responderá nuestro cuerpo con el covid, sólo nos queda esperar, mientras aguardamos por la vacuna rusa, ya veo por estas calles a personas que no usan tapaboca porque son positivos y no tienen ningún síntoma y no sé si será que ya estarán vacunados y no contaminarán, esperemos si será que al final de la partida todos seremos positivos asintomáticos. Sólo nos queda esperar....esperar...esperar
