Mi tía estaba ocupada en la cocina y me encargó que le comprara un kilo de pan, por lo cual decidí buscar el camino más corto, ya que no estaba paseando, sino que iba en diligencias.
Yo caminaba y caminaba... y nunca llegaba..., hasta que decidí hacer lo que mi abuela, me había indicado un día, me detuve en el camino, me puse junto a una piedra, desamarré lentamente las trenzas de los zapatos; me concentré, y de pronto se me apareció el suicidado, al que le recriminé duramente la situación así: ¡Ah, no! ¡Yo ya me cansé!, ¡Yo no tengo la culpa de que tú te hayas ahorcado!, cerré los ojos, me puse los zapatos al revés y me senté ¡zuas! ¡Aparecí en la dirección correcta!.
De esto aprendí que tengo que seguir mi camino por más largo que sea.
Historia contada por Zorayda Elvira Mayora. Revista Cosmos. 2000
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