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miércoles, 11 de noviembre de 2020

EL AHORCADO DE PANAQUIRE


 Otra de las leyendas de Barlovento es la historia de un hombre, en la hacienda de Panaquire, que por problemas, probablemente sentimentales, decidió quitarse la vida, ahorcándose. 
Pasó el tiempo y fuí de visita a esa localidad, junto con mi tía X. 

Mi tía estaba ocupada en la cocina y me encargó que le comprara un kilo de pan, por lo cual decidí buscar el camino más corto, ya que no estaba paseando, sino que iba en diligencias.

Yo caminaba y caminaba... y nunca llegaba..., hasta que decidí hacer lo que mi abuela, me había indicado un día, me detuve en el camino, me puse junto a una piedra, desamarré lentamente las trenzas de los zapatos; me concentré, y de pronto se me apareció el suicidado, al que le recriminé duramente la situación así: ¡Ah, no! ¡Yo ya me cansé!, ¡Yo no tengo la culpa de que tú te hayas ahorcado!,  cerré los ojos, me puse los zapatos al revés y me senté ¡zuas! ¡Aparecí en la dirección correcta!.

De esto aprendí que tengo que seguir mi camino por más largo que sea.


Historia contada por Zorayda Elvira Mayora. Revista Cosmos. 2000


martes, 27 de octubre de 2020

ARAGUARE Y CUMACO



 Araguare y Cumaco eran dos caciques indígenas muy queridos y respetados por su pueblo, siendo que se habían enfrentado a los soldados de Diego de Losada cuando se adentraron al Valle de Caracas; Araguare era reposado, valiente y tranquilo, cuyos objetivos se centraban en conseguir la Paz, en cambio Cumaco era intrépido y osado, un relámpago de furia y de valor, diestro en el uso de las armas, tomaba de la guerra su alimento. 

En otro combate, Cumaco fue hecho prisionero, por Diego Sánchez, un hombre cruel y desalmado, que consideraba animales a los indígenas, y lo condenó a la horca pública, y que sus orejas se enviaría a otros caciques para darles una lección de autoridad si no se rendían y lo reconocían como jefe.

Cuando Araguare se enteró de estos planes, le mandó emisarios para que intercedieran con él, para salvarle la vida a su amigo; para ello le ofreció oro, riquezas, sumisión de su pueblo y promesas de paz definitiva. El cruel Diego Sánchez ordenó la detención de los emisarios, que luego fueron vendidos como esclavos.



Sin entender tanta villanía, Araguare decidió apersonarse al campamento de los conquistadores a interceder por la vida de su amigo y emisarios, con súplicas, humillaciones, volvió a ofrecer todo lo que tenía, y en último caso su vida, que era lo único que le quedaba por ofrecer, la brindó generosamente con tal de salvar a su amigo, pero sólo recibió mofas, risotadas y escarnios, Cumaco sería ejecutado sin demoras y fue invitado a presenciar este asesinato.

Viendo que sus súplicas y argumentos no tocaron ese corazón endurecido, Araguare le pidió que al menos le permitiera morir junto a Cumaco, y así: los dos fueron ejecutados, pero quedó el recuerdo de sus vidas con el testimonio sublime  de una amistad más templada que la propia muerte.