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sábado, 28 de noviembre de 2020

TÍO TIGRE y TÍO CONEJO.




Estos cuentos fueron la delicia de nuestra niñez en Venezuela, los maestros nos ayudaban a leer, memorizar, protagonizar, contar, dibujar y muchas otras actividades, leamos ésta:

Tío Conejo escuchó un silbido entre la selva y fue a esconder debajo de un gran helecho silvestre, allí inquieto y silencioso, movía repetidamente las orejas, buscando al silbador, seguidamente oyó una voz ronca y gangosa, del mismo silbador que ahora...cantaba. Permaneció inmóvil, alzadas las orejas, muy abiertos los ojos, el corazón acelerado, cuando observó al mismísimo Tio Tigre, con una extraña, risueña sonrisa y una gran mochila de cocuiza, doblada, debajo del brazo. Pasó casi rozándolo, cerro abajo, cantando, por lo que decidió seguirlo, para saber el por qué de su alegría; el vivaracho conejo se fue detrás siguiendo sus huellas y escuchó cuando Tío Rabipelado, después de beber algo de agua en un pocito fresco de la quebrada se topó con Tío Mapurite de frente, que levantó la cola enseguida, dispuesto a la defensa; ante este horror, Tío Rabipelado se llenó de espanto y muy lisonjero, saludó:-¡Señor Don Mapuriflor, flor de las flores, olor de los olores, cómo está esa bella persona?


El mapurite, complacido, sonrió ante el saludo y cortésmente contestó: -Pase, pase Ud. Don Ramón Pilá, que le vaya muy bien. Chi-dijo el rabipelado y siguió su camino. Al ratico vió que se toparon Tío Rabipelado y Tío  Tigre._¡Señor Don Tigre, Tigrón, Sabio como él solo y mil veces más valiente que Tío León!._¡jajaja-Este Ramón Pilá siempre con sus cosas, sabes? _Creo que me vas a tener que hacer un servicio._Como no Tío Tigre, lo que Ud. mande_Bueno, mira, detrás de la casa dejé unas verduras, para un sancocho, ve pelándolas, que yo subo ahora con la carne._¡Chi !, contestó Tío Rabipelado, caminando rapidito, a lo que el tigre, en tono amenazador le dijo: _Cuidado con lo que haces, porque ¡ya sabes!.


Un corto trecho más arriba el rabipelado se topó con el conejo y pegaron un brinco, ya que se asustaron los dos:_Época.  ¡Guá, pero si es Tío Ramón Pilá !, gritó riendo. El rabipelado consideraba al conejo un animalito inofensivo, alardeando ante él, exclamó: _¡Apártese compañero! No ve que ando apurado, voy en una comisión de mi amigo Tío Tigre, y con esto salió corriendo, mientras Tío Conejo perseguía a Tío Tigre que ya estaba llegando a la playa y agarró al morrocoy que pataleaba boca arriba, para introducirlo en la mochila que traía. El tigre emprendió camino de regreso pensando en el banquete que se iba a dar con el animal que llevaba en la espalda:_¡Hasta hoy duraste, Tío Morrocoy! En mi casa te espera una buena mano de pilón y la olla del sancocho.¡Ya verás!.


Indignado Tío Conejo, pensó y corrió para llegar antes que Tío Tigre, que iba lento por lo pesado, así que casi llegando escuchó unos gemidos desconsolados: ¡hi, hi, hi!, _¿Quién está allí?, _Soy yo Ramón Pilá; _Ah carrizo, caíste en una trampa?, _Chi, _Y tú quieres que yo te saque? _Chi, _Bueno, está bien. En eso, el tigre llegó frente a la casa pegando gritos y el rabipelado se puso a llorar porque el tigre se lo iba a comer.

El tigre entró, puso el saco en el suelo y siguió llamando._¡Ramón Pilá!  ¡Ramón Pilá! ¿Qué se habrá hecho ese condenado?. Mientras tanto, al ver el saco en el suelo, Tío Conejo, tuvo una idea: _Yo te salvaré, eso si, tienes que hacer lo que yo te diga. _Chi. _Sal y haz que Tío Tigre entre a la casa._¡Tío Tigrito, Tío Tigrito!, unos ladrones se están robando las verduras. La fiera entró a la casa rugiendo con furia, mientras tanto conejo y rabipelado bajaban un matajey de un árbol y lo cambiaban por el morrocoy que estaba dentro del saco._¡Vagabundo, dónde estás, mentiroso, nadie se está robando mis verduras, cuando te encuentre, vas a saber lo que es bueno. Escondidos esperaron impacientes que el tigre apaleara el saco donde supuestamente estaba el morrocoy y que ahora era un panal de avispas.


Enseguida el tigre preparó el sancocho, echó las verduras, los aliños,buscó la mano de pilón y golpeó salvajemente el saco pensando que el morrocoy estaba blandito, se acercó al fogón y vació el saco junto a sus pies, inmediatamente las avispas enardecidas lo rodearon y en una espesa nube le clavaron sus espantosos aguijones.


Corrió, corrió mucho para salvarse, se revolcó en el patio, huyó bosque adentro, mientras, Tio Conejo, Tío Morrocoy y Tío Rabipelado se reventaban de la risa en la orilla de la selva. 

Y colorín colorado este cuento se ha terminado y el que no se pare se queda pegado. 

Cuento venezolano tomado de Biblioteca Popular Venezolana. Tío Tigre y Tío Conejo. Antonio Arráiz. Caracas 1988