“Pa´ La Playa”
EL DECÁLOGO DE UNA VIAJERA
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EXCEDENTE
Acababa de recibir una
bonificación extra del sueldo de maestra y como lo veníamos haciendo con
regularidad, para emular “conociendo a Venezuela”, después de visitar isla de Margarita, Mérida, en varias
oportunidades, Macuto, Catia la Mar,
Chichiriviche, Colonia Tovar, Sebucán, El Junquito, la cueva de Mauricio en El
Peñón de Ocumare del Tuy, que tiene algunas leyendas muy hermosas, y otros lugares
que no recuerdo, decidimos disfrutar esta vez en la playa.
Día: miércoles, seis personas en
mi familia, dos hijas con su respectiva descendencia, es decir mis nietos, dos niñas y un varoncito, nos dispusimos a
prepararnos para la zambullida (nos escapamos de los hombres).
El día jueves, algunos de nosotros
amanecimos enfermos, y pensé que el viaje a la playa no se iba dar.
El día viernes, la niña más
pequeña, fue directo hacia una plancha de alisar ropa, la tomó en sus manitas y
se la pegó en la otra mano, quemándosela, porque estaba enchufada y caliente;
yo que iba detrás, no sé por qué, la
levanté de inmediato, la llevé al baño, le eché crema dental y la madre
enseguida apareció con papa rallada, como si ya
estuviera preparada; le envolví la mano, pensé otra vez “Esa niña con la mano quemada, no va poder ir
a la playa, el viaje se nos cae”, mientras seguía escuchando los gritos del
llanto de la niña.
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PRÓLOGO
Aún así, continuamos con las
preparaciones.
Al día siguiente todo estaba bien
no había gripe, dolor de garganta, malestares, pesadez estomacal, quemadura, ni
nada que obstaculizara el viaje a la playa.
Y nos fuimos…, dimos el ansiado y
consabido grito: Pa´la playa.
Observamos con deleite el paisaje de los Valles del Tuy, sus montañas, algunas colinas con hermosas viviendas y
apartamentos, centros comerciales, parques, el ferrocarril que atraviesa toda
la geografía, ya que viene de Caracas, atraviesa Charallave y desemboca en la población de Cúa, desde donde se
devuelve otra vez a Charallave, luego Caracas, en el terminal de La Rinconada. Observamos
el bullicio del Terminal de Charallave, para ir a tomar el tren, en la Estación
Sur, llegamos a Caracas y buscamos hacia el oeste, en El Silencio hacia
principios de la avenida Sucre, cerca de la estación del Metro Caño Amarillo, la
parada de los carros que van hacia La Guaira.
El bullicio de nuestra capital nos
atormenta un poco pues nosotros venimos de la tranquilidad pueblerina en la
parte sur del estado Miranda en Venezuela. Nos montamos en el autobús y
ansiosos disfrutamos del pintoresco paisaje de la autopista Caracas-La Guaira,
los dos túneles, uno más largo que otro: Boquerón I y Boquerón II, que
inauditamente posee viviendas arriba de su estructura; entre verdes cerros, hondonadas, casitas, y
todo tipo de construcciones, inclusive unos
edificios a los que le están haciendo su entrada exclusiva, en un desvío de la autopista, es lo que llamamos
Cordillera de la Costa para bajar hasta la playa.
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EXPECTATIVAS
Al divisar el aeropuerto
Internacional de Maiquetía, el mar en su infinitud desde el autobús, después de
pasar el Boquerón II y sentir la brisa fresca y pegajosa nos hace deleitarnos
con las zambullidas que nos íbamos a dar, cómo flotaríamos, o nos revolcaríamos
cuando una ola nos tumbara, qué regalo encontraríamos en la arena, como el mar
le había dado a una de las niñas en dos oportunidades, un anillo y una cadena de plata; cuántos castillos
haríamos, cuántas conchas de mar con formas extrañas recogeríamos, como la que
teníamos en la casa en forma de virgen con un gran manto extendido, la cual fue
conseguida en la isla de Margarita, de qué tamaño sería la piscina que
construiríamos, cómo nos prepararíamos para saltar las olas, qué tipo de comida
degustaríamos, o comer de esa preparación con guacuco, ostras y picante que los
lugareños le llaman “rompecolchón”, o simplemente con unas ostras con limón nos
conformaríamos, o yo, mejor dicho, únicamente, simplemente me conformaría; cómo
espantaríamos a los pelícanos cuando se acercaran, y así… divagando y riendo nos divertíamos recordando
momentos anteriores de diversión marina.
4
PERNOCTA
Cuando llegamos quisimos
primeramente ubicar el hotel para quedarnos a pernoctar en el Litoral, caminamos
por sus hermosas calles, observando sus casas antiguas unas y otras modernas,
edificios, calles limpias, con gente en los negocios comprando licores, comida,
charcutería, pasteles, pan, flotadores, trajes de baño, juguetes de playa y
más; no encontramos ninguno con precios solidarios, estaban agotados, el que conseguimos fue el Ed, un poco
más alto para nuestras expectativas, ubicado ya finalizando la calle para tomar
la autopista de vuelta hacia la capital.
Un hotel limpio, de grandes
ventanales con vidrio que dan al mar, paredes gruesas mas que imposible el escuchar
los sonidos laterales, y menos los de la
calle, grandes cortinajes, una piscina, cyber con varias computadoras, una mesa
para pool, taxis y en la recepción estaban unos muebles de espacioso volumen y un
gran árbol de Navidad bellamente decorado. Como llegamos después de la 1pm no quisimos ir
la playa por lo tarde que era, sino que los niños se bañaran en la piscina, aún
con el agua tan fría como estaba, pero ellos aceptaron, por lo novedoso.
Para comer nos dirigimos a una
extensión de restaurantes en frente del hotel en la orilla de la playa, comimos
y los niños se fueron a un parquecito en otro frente. Llevamos chucherías para
pasar la noche y sobre todo para dar a
los niños antes de quedarse dormidos;
Luego de esto, las madres se fueron a recrear un poco en el
pool y en el cyber mientras yo velaba los sueños infantiles, con la promesa de
ir a la playa en cuanto se despertaran.
5
DESCANSO
Ese día yo había escogido la
habitación más amplia, de puerta con cerrojo mientras la chiquillería se
arreglaba en otro ambiente de la habitación con camas individuales, me acosté a
descansar, la cama estaba colocada de frente a la puerta, tenía dos mesitas una
a cada lado; cuando me había dormido profundamente y estaba todo en silencio,
la mesita del lado derecho inició un movimiento frenético de baile y
tamborileos, que me hizo sobresaltar, me levanté y me arrimé hacia mi
izquierda, me arropé hasta la cabeza y comencé a buscar el sueño, porque estaba
realmente cansada; se inicia ahora el
movimiento de la mesa izquierda, que me impulsa a moverme hacia el centro de la
cama, pero, menos pude conciliar el sueño porque pude observar que sobre el marco de la puerta
había unas luces que se apagaban y prendían como si fuera un ascensor subiendo
y bajando, lo que me distrajo momentáneamente; me repuse de mi asombro y le
dije a quien me estuviera acosando, en voz alta: ¡!Déjenme en paz!!, ¡!fuera de
mi vida!!, ¡!no me molesten!!, ¡!fuera!!, ¡!yo no puedo hacer nada por
ustedes!, ¡!fuera!!, ¡Queee fastiiidiiooo!.
6
PERSISTENCIA
Ya no hallaba qué hacer porque “estaba más temblorosa que pájaro en alambre”, se apagaron
estas luces miro para todos lados, cuando de pronto escucho a un bebé llorando
y a dos mujeres riendo y conversando animadamente sin ninguna preocupación por
el niño, que arreciaba su molestia con llantos cada vez más feroces. ¿De dónde salía aquella bulla?, de las
paredes, del techo, del canal de ventilación, ¿de dónde?, si era imposible por su grosor y la altura del techo, peeero… ¿DE DÓNDE?
Así transcurría mi noche de
descanso, rogando a las mujeres que callaran al bebé, que lo atendieran, a ver
de qué se quejaba, qué le dolía, o si tenía hambre, porque no paraba de llorar,
y yo acostada intentando dormir aunque fuera un poco obviando la bulla de estos
tres seres, del baile de las mesas, del titilar de las luces y de mi gran miedo
interno.
En este drama se hicieron las 5 de
la mañana y mi nieta más pequeña, Gabi, abre la puerta, me llama y me pregunta
si puede dormir conmigo. Le respondo que sí, que se acueste conmigo, para ver
si puedo yo puedo hacerlo por lo menos hasta las 8am.
7
ADVERSIDAD
Nos quedamos rendidas, abrazadas, nos
levantamos luego, despertamos a los demás e iniciamos el periplo para irnos a
la playa de Camurí Chico; Nos comimos unas empanadas con café con leche y
salimos; del hotel Edwards hasta la playa lo hicimos en autobús, por la autopista
que recorre la orilla de la costa como por diez minutos.
Ese día las aguas estaban
revueltas, me dio la impresión que ellas me esperaban con muchos dedos espumosos
preparados para atraparme y las fauces abiertas para tragarme, ¡uf!, ¡pero que fea está la playa!
colocamos todas nuestras cosas en un peñasco: zapatos, bolsos, toallas; la
playa estaba honda, alejada, revuelta, conmocionada, había llovido, se
encontraban montículos de piedras rodantes y rocas mas grandes lo que no nos permitía
caminar sin zapatos; me paré enfrente ya
que tenía disgusto hasta para sentarme en la arena, llegue hasta el romper de
la ola, sentí su temperatura muy fría y me devolví a contemplarla desde lejos, había
un trío de personas sentadas al lado de nosotros: un viejo con dos chicas jóvenes, de rasgos foráneos,
sudamericanos, el hombre no quería que una de ellas se levantara de allí, pero
joven al fin, junto con la otra lo engatusaron y se fueron a bañar, pegando
grandes saltos y riendo a carcajadas dentro del agua,
el hombre sintiéndose ofendido por haberse quedado solo sentado, sin
compañía, con su cerveza en la mano, observando cómo se divertía, cuando llegó
a sentarse la chica, la agarró a golpes e insultos, y yo tratando de que mis nietas no
vieran semejante espectáculo, me les ponía por delante, a un lado, o les decía
que voltearan a un lado u otro, o expresándome con ¡no vean eso tan feo y desagradable!, para que esos adultos me
oyeran.
Al fin me olvidé del asunto.
Sigue el reloj en su loco desvarío,
cuando en un momento pasan dos jóvenes, conversando tranquilamente acerca de
la dirección a donde se dirige cada uno, y se paran frente a mí, por lo que
pude observarlos detenidamente, uno blanco, muy lindo, y uno trigueño, también de
buena estampa, como de dieciséis años los dos, de chaqueta anaranjada como de
salvavidas, se dirigen hacia la derecha de la playa, los dos.
Pasó un heladero y cada uno nos comimos uno con diferentes sabores, el mío
de pastelado de chocolate.
Listo, no volteé a mirarlos más.
8
BAÑO
Me conseguí un vaso de plástico en la arena, lo llené con agua de mar,
me lo eché encima y brindé porque “sí me
había mojado en la playa y nadie podía decir lo contrario”. Las niñas
fueron a comprar obleas, mientras esperábamos que nos trajeran un almuerzo, que
consistía en ensalada, pescado frito, tostón y refresco. Al cabo de un rato vemos un montón de aves
marinas revoloteando en frente, en el mar, en
el revuelto mar, daban vueltas y vueltas, bajaban, subían, lo que nos
parecía sumamente extraño; pensamos que había una camada de peces allí y que ellas
estaban pescando.
Pasa un hombre delgado, de mayor
edad, también con la chaquetica anaranjada y le pregunta al anteriormente
mencionado, el trigueño, dónde estaría el fulano con el que estaba hablando, éste le responde
que no sabe y siguen su trayectoria. Todo esto sucedía enfrente de nosotros,
como si ellos fueran los actores y nuestra familia el público. Este mismo
individuo, mayor que los otros dos, se va, y de un momento a otro sale del agua
con el cuerpo del muchacho blanco, al cual las aves le habían destrozado la
cara, y nos lo lanza a los pies, sentimos
el repudio, lástima por el muchacho, e inmediatamente llegó la ambulancia, lo
colocaron en una camilla, se lo llevaron; amontonados, el poco de curiosos
encima de nosotros, una gran ola llegó hasta nuestros pies y lo mojó todo, recogimos nerviosas, temblando, nos vestimos en la
calle, nos montamos en el autobús y llegamos al hotel, nos bañamos, arreglamos
y nos despedimos, dimos las gracias, posamos para las fotos.
“Nos vamos a nuestro hogar, de donde nunca debimos haber salido”.
9
ARRIBO
No pasaba autobús para Caracas, y
decidimos tomar un taxi que se nos ofreció amablemente, para llevarnos a la
próxima terminal de autobuses en La Guaira. Una vez que nos embarcamos y
avanzamos como unas dos cuadras había una cola inmensa, esperamos, …esperamos y
esperamos, una protesta por no sé que fuera, pero allí estuvimos desde la 1:00
hasta las 6 pm, comiendo chucherías, contando lo que me había pasado,
preguntándole al chofer si en el hotel había muerto alguien, dándole
participación como toda una familia completa, y pensando cómo nos íbamos a ir a
los Valles del Tuy con esa muchachera y lo tarde que era. El chofer, que nos estaba
escuchando y viendo, nos preguntó al lugar a donde íbamos en Caracas, pensando
en cómo ayudarnos a resolver este conflicto donde nadie es culpable, sino las
circunstancias.
En vez de llevarnos hasta la
terminal de autobuses en La Guaira, siguió para Caracas, autopista El
Valle-Coche, hasta La Rinconada, lo cual le agradecimos con mucho énfasis, a
cada rato.
Tomamos el ferrocarril, último del
día, llegamos a Charallave, luego un taxi para Ocumare y de allí otro auto para
llegar a nuestro hogar, e iniciamos así el periplo de los primeros recuerdos,
donde una moraleja es el mejor resumen de las experiencias vividas:
10
MORALEJA
“Si recibes el aviso con antelación de que
“no puedes hacer algo”,
¡!NO LO HAGAS!!,
¡por favor!”
Atiende tu voz interior,
Que esa es la Voz de tu Dios que te habla desde el corazón.
CARMEN JOSEFINA BARRETO
2005