jueves, 24 de septiembre de 2020

LA ORQUESTA

 Hace algún tiempo, andaba yo con mi nieta A., a quien le veía muchas virtudes y competencias que podía desempeñar con habilidad, porque su hemisferio derecho estaba realmente estimulado, por lo tanto quería que fuera formada en alguna institución del Estado que pudiera ella ejercer profesionalmente en un futuro. Llegué hasta varias instituciones y la respuesta era: "Espérate que crezca un poco más", tenía en ese momento tres años; seguía en mi búsqueda, mientras en la casa la niña era un derroche de creatividad, en dibujos, cuentos, manualidades, la computadora figuras en plastilina, y, pasaron dos años más y cumplió los cinco. Me dí cuenta que ahí estaba la Orquesta Sinfónica Juvenil Simón Bolívar, me fuí hasta allá con mi muchacha, hablé con el Director  y él me respondió, que sí, que podía ingresar, pero que si la niña no estaba dispuesta, bueno... que tendría que abandonar, (con otras palabras, pero ésto fue lo que interpreté), muy  amablemente, y yo le contesté que sí, que era algo lógico, si no daba la talla me la llevaría, eso fue frente al Miranda. La muchacha empezó con sus clases, sus tediosas clases teóricas, aprendía y no faltábamos un día; jamás me llegó a decir que no quería ir, le fue comprada la flauta dulce y dio inicio a su instrucción bajo la mirada y conducción de la profesora Zanice Bello, ex compañera de trabajo.

Estuvo en la orquesta hasta los nueve años, en donde me dijo que no quería participar ya, y bueno, me quedé con las ganas de verla en un concierto, vestida de negro fiesta y con sus prendas que le tenía reservada para esa ocasión, pues para mí hubiera sido maravilloso, tener una concertista de la Orquesta Sinfónica Juvenil Simón Bolívar, orgullo de Venezuela.

Aquí guardo en mi corazón fotos de esos momentos satisfactorios y de gran expectativa.

Los niños en su fiesta de navidad, en La Cruz del Calvario
Los representante sirviendo refrescos
Los niños jugando
2009, trajeron piñata, para la despedida
Los jóvenes ensayando
Ensayando, es un lugar pequeño
Salida a un concierto en Nueva Cúa, creo que fue el primero para nosotras
Los profesores Luis y Juan
El autobús de los instrumentos
El público y representantes
Los niños cantores de Zanice Bello
Otro ángulo de los niños cantores

Profesora Zanice con flauta dulce

Recibiendo diploma y diciendo un chiste
Mi ahijado jugando
María cubriéndome por mi pantalón roto

Me la llevé a mi escuela a dar un concierto


Nosotros gozando de un fin de año

El Profesor Luis entregando diploma a mi amiga Zanice

Ese año me toco elaborar los diplomas para todos, alumnos, representantes, profesores.


Mis niñas en una foto delante del mural elaborado en mi escuela
Aquí estamos en el Santa Rosa, despidiéndonos
Un representante envió una torta musical

Repartiendo tortas, dulces y galletas

Las niñas recibiendo sus diplomas
En el último concierto en la Aldea Bolivariana
Un día antes,ensayo de los jóvenes
Preparé bolsitas para colocarle allí dulces para cada niño.
Hubo un diciembre que compramos tela para elaborar las bufandas que sería comprada por cada uno de los representantes, rojas y verdes; igualmente mandamos a hacer las franelas con el mismo logotipo de los diplomas, la insignia y la compra de un aparato de sonido.
Fueron años muy productivos, me alegra haber estado allí, ya que los representantes amorosamente colaboraban con todo lo que se necesitara, desde el agua diaria, hasta cualquier otra cosa que se pidiera.
Estuve allí hasta el año 2013.

Alleluya
Núcleo Ocumare del Tuy

lunes, 21 de septiembre de 2020

MI ÁNGEL DE LA GUARDA


 Después de realizar algunas actividades antes de irme con Morfeo, terminé mi último traguito de té de orégano con pepa de aguacate, calientico, me dirigí a mi habitación; realmente estaba agotada, quité el edredón, desdoblé la sábana, me cambié de ropa y me senté en la cama, pensando en las cosas que había hecho en este día desde que me levanté y las que debía solventar al día siguiente: que sería como siete u ocho de la mañana, fui al baño, luego a preparar mi desayuno, me comí una arepa redondita con queso y mantequilla, me fuí a barrer y recoger la basura, montar el té y el café, enseguida a punta de diez llegó la primera alumna, quien en estos momentos la tengo afianzando la expresión oral, ya que la mamá quiere que su muchacha sea poeta. Y la mejor forma es que tenga a mano diferentes textos poéticos para que vaya amando los versos, se fue la niña y me fuí a buscar almuerzo, monté unos espaguetis, almorcé y me senté en la computadora, revisé varios aspectos, noticias, visiones, entrevistas, misticismo, comenté y peleé con uno que otro comentarista, abrí mis blogs, busqué información acerca de lo que iba a publicar, hasta que llegó la primera alumna de la tarde, en tercer grado, a quien debo mantener firmemente motivada porque enseguida todo le da flojera, se va y entra el segundo alumno de la tarde, muchachito de primer año de bachillerato, muy bien formado, sumamente inteligente, a quien le estoy haciendo un repaso total de lenguaje, matemática e inglés, pero aquí tengo que estar muy pendiente, porque éste no vuela porque no tiene alas, pero se sabe todo lo que le ofrezco para su edad, grado y mis conocimientos. 

Se va también este niño y llega Sebas, un niño autista que ya va por las tres cuartas partes del libro de lectura, y estoy tratando que analice su lectura, porque cuando llegó a mis manos, sabía las sílabas pero no captaba las ideas, ahí voy con suma calma; él lo que hace es reírse y soltar carcajadas, como que le causa mucha gracia lo que está haciendo. Cuando me ve seria me dice: "No maestra, no te pongas brava, que ya voy a trabajar", - No, no, yo no estoy brava, pero vamos hacer la tarea antes que tu abuelo venga, que ya va venir......, y así... todos los días. 

Se va el niño y me quedo sentada con la computadora escribiendo, analizando, redactando, buscando fotos y demás, hasta  la hora de cenar, que es cuando encuentro más información virtual que me hace quedarme hasta la madrugada sentada leyendo o guardando en la computadora, de vez en cuando pongo una canción en karaoke para practicar lo  que me debo aprender.

En fin, me voy a acostar y estaba soñando que estaba acostada, dormida pero entreabrí levemente los ojos y la ví sentada a un lado de mi almohada, era una anciana de cabellera blanca chifluda, traje vaporoso blanco, regordeta, con un pañuelo también blanco, grande, que le hacía señas a alguien que quería entrar y ella, con voz muda y con el pañuelo le decía que se fuera, como indicándole que no molestara, que no entrara, que yo iba dormir.

Si esa es mi angelita está muy anciana, la veo muy  anciana, yo sé que me ha allanado el camino muchas veces, sé que no ha sido fácil para ella y se lo agradezco por todas las veces que me ha salvado. Gracias mi angelita, espero sigas cumpliendo la misión que te ha sido encomendada, por tí es que me siento bien, todavía con ganas de hacer mejores cosas y cumplir con otros proyectos que tengo.






jueves, 17 de septiembre de 2020

HOTEL VALLE GRANDE

 En agosto 2008, pasamos las vacaciones en Mérida, Cordillera de los Andes, un lugar excepcional por la singularidad de sus paisajes, de su gente, de su alimentación, de su música, y de lo bien que uno se siente ahí, compartiendo con sus comunidades. En esta oportunidad nos alojamos en la suit del hotel Valle Grande, km 10 del Páramo La Culata, perteneciente al Instituto de Previsión Social del Ministerio de Educación. Aquí guardo celosamente algunas de las fotos que tomé con mi celular.

Visitamos en esa oportunidad los Chorros de Milla, la comunidad de Los Aleros, que para ir a lugares específicos en la recepción hay diferentes listas donde uno se anota y recibe las orientaciones de salida y entrada, de nuevo al hotel, También se puede hacer individualmente y no en excursión, como lo hicimos nosotras, que llegamos en taxi y esperábamos el autobús para devolvernos.

    
Llegando al hotel, inscribiéndonos en la recepción

    
Vista desde el parque   

 
                             Paseo y una cabaña

          
Prendas en los Chorros, me compré una sortija


saboreando algodón de azúcar

          

En los Chorros de Milla, peces

          

          En Los Aleros                             Andrea espera su cédula de identidad

         

Esperando en la parada                         Comprando dulces

                 

Como el perro labrador de Bolívar, Nevado


           




       

En la plaza Bolívar

      






     
  

Lugareños, imprenta    

   
cuadros pintados con chimó

   

No podía faltar el teatro, cuando llegamos había música y bailé

     
          Él nos estaba indicando un acuario y un museo
    
Aquí estábamos en el centro de Mérida, la iglesia
       


              La heladería Coromoto con todos los sabores
En el hotel

   
Mi habitación





Y bueno, me encontré con europeos que decidieron huir de sus países y encontraron en Venezuela un apoyo, un hogar, un reposo para sus días agitados o perseguidos, me imagino que ya sus cuerpos estarán en reposo eterno, o quizás no, por la vida tan agradable que llevan o han llevado, ya que hicieron de sus profesiones antiguas un arte aquí en América, enseñando a los más jóvenes el conocimiento que da continuación a más aprendizajes.