
Opacando ese mundo fantástico, los rayos durmientes del ocaso, desperezándose de sueño, buscando cobijo entre las nubes y aupando a los seres que caldea, a sostener un romance con la luna; aguas que corren libremente por el cuerpo amado de las tierras vírgenes de la población de San Casimiro.
Su imaginación vivaz empezó a divagar con los cuentos de "aparecidos" y se figuraron a gnomos y ninfas escondidos entre los árboles y esa imaginación, en ese momento atolondrada les trajo de golpe ideas imprecisas, deseos intangibles de soñar y esperar del futuro..... lo inimaginable.
Caminaron cuidadosamente, se paralizaron de pronto y su asombro fue tal, que se abrazaron inconscientemente, cuando la realidad les hizo observar a una "inexpresiva" macaurel, enrollada a la orilla de la quebrada, camuflada por las raíces de un árbol, acunando benigna en su cola, a un bebé, quien a ratos hacía pucheros y a ratos lloraba, con frío, hambre, casi deshidratado, abriendo inconsistente los labiecitos, buscando inútilmente el néctar albo de la madre, el regazo tibio, las manos toscas y amorosas que le arrullaron, y esos ojos dulces, ofrendas de amor, inmenso amor sólo para él, expresado en cada uno de sus cantos, en cada uno de sus mimos, en cada una de sus palabras de campesina, llana, simple, como la naturaleza que lo cobijaba.........