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sábado, 8 de mayo de 2021

HISTORIA ESCABROSA


Esta historia surge de mis recuerdos como un volcán de los 25 actuales, que debe ser contado para sanar el alma, porque es sabido que cuando no eres capaz de contar algún drama pasado, o se te salen las lágrimas relatándolo, es que todavía tus heridas no han sanado; dolor, ira o rencores todavía rugen en su interior.

Estaba trabajando en una institución educativa de primaria y un comité de los docentes me había pedido mi Currículo: diplomas y hojas ganadas en concursos, seminarios, talleres, aprendizajes variados, agradecimientos, invitación a eventos, desempeño en cultura como participante o jurado, cursos, grados, aptitudes, cargos desempeñados tanto en el sector público como en la comunidad, aficiones, trabajos realizados para la comunidad, investigaciones, títulos académicos, tomando en cuenta que estas actividades están valoradas, además que yo traía ya un puntaje de doce, sólo por veintiún años de servicio y ya tenía 27 años de trabajando como docente, clasificada como Docente VI, que es la clasificación pico; lo que había que hacer concluir con la sumatoria de mis años de servicio más mis destrezas propias o adquiridas y ya; por supuesto que iba dar un puntaje alto, eso es inocultable.

"Humanidad, siempre la humanidad", o mejor dicho "Individuos, siempre los Individuos". La única notificación que recibí fue esta: _“Maestra, en vista de que no podemos tomarle en cuenta sus años de servicio anteriores, le participo que usted tiene un puntaje de 4 puntos” _¿Cómo?..¡¡¡¡¡¡¡ Hay un dicho muy particular del campo en Venezuela que dice que el tamaño del buey se conoce por la pisada, entonces decidiendo que yo no iba a "reventar mi hígado" con ese tipo de discusiones, sencillamente respondí: _¡Está bien maestra!, ¡discúlpeme lo que le voy a decir!, ¡discúlpeme!, pero.... “¡Ustedes están meando fuera del perol!” (otro dicho venezolano), ¡discúlpeme!... ¡oyó!... ¡discúlpeme!, _Como yo sé que eso no es así, pues les presentaré mi reclamo, son más de 30 años de servicio, y ¡ya!, solucionado todo. ¡Muchas gracias!.


 Palabras más, palabras menos, así sucedió.

 Pasaría un cuarto de hora cuando soy requerida por la dirección del plantel, para enterarme que la persona del Comité que me había notificado mi puntuación quería renunciar porque yo la había llamado loca; entonces le respondí: _¡No!...¡yo no te he llamado loca!, y estuvimos como dos niñas de preescolar lanzándonos esa pelota por varios minutos: 


¡Si me dijiste loca!...¡No te dije loca!...¡Si me dijiste loca!...¡No te dije loca!...¡Si me dijiste loca!...¡No te dije loca!..., (mientras... yo pensaba que debía ser la última con la última palabra), y gané... fuí la última que dije: ¡No te dije loca!, conté lo sucedido en mi salón, para que los asistentes al debate en la dirección escucharan cómo había sido todo y..... fin del cuento, no se habló más de eso.

¡Ah! Pero ahí no terminó ese relato. La Notificadora me alcanzó en esa misma semana pidiéndome un favor:

 _”Maestra Josefina, yo estoy culminando mis estudios universitarios, y necesito, a ver si puedes ayudarme a iniciar la tesis que no encuentro la forma de empezar, las palabras apropiadas, ya tengo todos los papeles listos pero estoy amarrada en cómo empezar”.


_¡Como no!, ¿Cuándo los traes?, ¡Yo te ayudo, no hay problema!.

_¡Otra..... petición!

_¿Dime?,

_¡Que no se lo digas a nadie!.

_¡Ja! ¡ja!, ¡Pues no te metas conmigo y no se lo diré a nadie!.

_¡Ay Maestra Josefina, tú si eres!

_¡Sí!, ¡si soy!, ¡no te metas conmigo y no se lo diré a nadie!. (Con el dedito levantado)

Y así culminó otro evento en mi vida, otra historia, otro cuento el cual me ha sacado muchas risas, por lo de las niñas de preescolar. Errores que uno va cometiendo a lo largo de nuestra existencia.  

Me reí mucho después¡¡¡¡¡¡