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sábado, 29 de mayo de 2021

ALITAS NUEVAS

 Elith es un ángel de cara redonda como el sol y alitas blancas como una nube del primer día de primavera.

Su instructor de vuelos celestiales se comunicó con ella un día, conminándola a ganarse un premio que consistía en otro par de alitas nuevas.

Decidida a optar por el mencionado premio, se llegó ante su jefe inmediato, con la razón de saber cómo haría para adueñarse del ansiado trofeo; su jefe le contestó que debía enviar a la tierra muchos pensamientos de matiz delicadamente rosado, o azul más o menos vivo y hermoso a jóvenes de mente pura y de corazón bueno.

Lo que ignoraba Elith era cómo teñir los pensamientos con esos colores, porque en uno de sus tantos viajes que hizo a la tierra, vió muchos de ellos de color rojo cardenal, surgidos de nubes oscuras, que representaba la cólera brutal; otros de color rojo ladrillo por la cólera y la ira, y unos azul oscuro porque los pensamientos eran egoístas.


Aún así emprendió su viaje otra vez, con muchas esperanzas de ganarse otro par de alas, pues las que tenía estaban algo aporreadas, ya que a ella le gustaba muchísimo saltar por entre los cables eléctricos, para salvar a las aves de caer electrocutadas; pero esta vez lo haría en vuelo de observación.


Cansada, de vez en cuando asfixiada por el calor que producían esas ráfagas, se acostaba sobre una nubecita blanca como el algodón, a planificar la jornada siguiente, y no era la primera vez que se quedaba completamente dormida; así pasaron los días y Elith soñaba con lo sutil y armoniosa que podría ser la tierra si todos tuvieran el corazón como ella lo buscaba, cuando de repente, ....

llegaron hasta ella unas chispas de refulgente matiz rosado que le hablaban del amor, la amistad, la benevolencia, y se despertó sobresaltada, para llegar hasta  donde estaba eso milagro; allí vió un par de niños salvando un gato de los colmillos de un perro, más allá un joven obedeciendo a sus padres, e iban dos viejecitos a cruzar la calle, mientras un minúsvalido con una muleta, detenía el tráfico; en lo alto de la colina otros niños cantaban a su Dios y nubes azules sin contornos definidos cubrían todo el ambiente, inclusive, de su seno brotaban a veces, como lluvia de chispas, unas brillantes estrellas de color dorado.

De esta manera, Elith devolvió muchos pensamientos de color rosado y azul; como premio le fueron entregadas su otro par de alitas, tan pero tan exquisitamente blancas como una alborada, y  con el orillo de oro, que con una radiante alegría se las colocó inmediatamente debajo de los bracitos y su cara como tocada por una varita mágica se cubrió inmediatamente de pecas, que como maripositas saltaban en todas direcciones hasta quedar fijas.