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viernes, 19 de marzo de 2021

EN ROSA PEÑA

 En la escuela Rosa Peña, (1984-1996) yo estaba asignada para ejercer mis actividades como maestra de primero, luego segundo, tercero y me devolvía a primer grado otra vez; para finalizar el año preparábamos una buena fiesta de despedida, porque el primer piso del edificio  era únicamente para atender a los alumnos que venían de preescolar o de su casa. Cada salón tenía 35 a 40 alumnos, nos dividíamos el recurso que se entregaría para efectuar la fiesta, ejemplo, primer grado A: se encargaría de las tortas, dulces, quesillos, caramelos; primer grado B: se encargaría de los refrescos y el hielo; primer grado C: se encargaría de la comida salada, arroz guisado, pasapalos; primer grado D: se encargaría de platos, vasos, pitillos, servilletas.

Tres maestras junto con los representantes se encargarían de servir la comida a los niños, instaladas en una o dos aulas, mientras yo me dedicaba a distraer al alumnado; cada alumno llevaba su pupitre al pasillo para sentarse junto con sus demás compañeros y a evitar que los niños de otros grados se colaran en ese pasillo, ya que cada uno tenía un aula con su maestra esperándole. Para evitar esto colocaba a uno que otro representante al final del pasillo y de esa manera se controlaba el flujo de alumnos  

En ese espacio se cantaba, jugaba, decía poesía, se bailaba, 

hacíamos rondas, eso sí todo era bajo normas de disciplina, no era permitido hacer desorden, ni salirse de las reglas establecidas, mientras degustaban la comida y los postres traídos por sus representantes. Toda una belleza de niños, ordenados, responsables, obedientes, ya que por esas cualidades habían aprendido a leer y a comportarse, a realizar tareas diarias y cumplirlas.  

En el primer grado el alumno aprende a comportarse para siempre, es la formación que se le da al alumno de primer grado para que emprenda su viaje por sus diferentes salones y cada vez con un maestro diferente. Que aprenda a escribir, que tenga un cuaderno limpio, ordenado, con las puntas derechitas, que use todas las hojas, que no rompa el cuaderno, que no le arranque pedazos, que no escriba en la parte de atrás, que pinte todos sus dibujos, que no le de pena cantar o decir una poesía delante de sus compañeros, que aprenda a contar, sumar, restar y escribir números y discriminarlos.

Y es más satisfactorio cuando te los encuentras en el camino de la vida o te reconocen o te dan un gran abrazo de agradecimiento.