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jueves, 16 de septiembre de 2021

POR FIN SOÑÉ CON YOLANDA

Francia-río Sena

Nos conocimos en las escuelas Adoratrices de la avenida San Martín, Caracas, a los nueve años cuando estábamos en tercer grado, nuestra amistad siguió al transcurso de los años; ella se casó en Caracas tuvo una bebé de la cual yo soy su madrina.  Yo me casé en Caracas igualmente tuve una bebé y ella es su madrina. Un buen día me dijo que se iba para España con su esposo y su hija, que para entonces ya tenía dos niños varones. Consiguió un apartamento y "fueron felices y comieron perdices".

Francia- río  Sena

Pasa el tiempo, no había forma de que se pusiera a conversar conmigo, qué extraño me dije, debe ser que está completa que no le hace falta su comadre. Bien, me resigné, me dije igualmente que si ella no quería conversar conmigo yo tampoco tenía nada que conversar con ella, hasta que entre una y otra noticia de España, supe que la habían operado del corazón; y cuando el corazón se queja está sufriendo callado, quién sabe cuántos conflictos tuvo que pasar sola, "en compañía", sin tener a quién confiarle sus secretos más íntimos o desagradables. 

Y el tiempo pasa, en enero 2020 fallece, no sé si de coronavirus o del mismo corazón que estalló en lágrimas para esparcirlas en su propio universo y devolverse para ahogarla y llevársela. Lo cierto del caso es que me quedó ese conflicto de la despedida y deseaba soñar con ella para saber cómo estaba.

Pues anoche 16-09-21 llegué a un lugar sombrío, un edificio gris, que no tenía escalera ni ascensor; y cada apartamento estaba adjudicado a una persona, aunque ví en el primer piso a jóvenes durmiendo en colchonetas sin cubre colchón ni sábanas, gente que yo conocía; en el frente de esos apartamentos, exento de elegancia, en el pasillo, había neveras, también grises, del tamaño de un estante con suficiente comida refrigerada.

 Saqué un huevo, un litro de leche y algo más que no recuerdo, (será que pensaba hacer una torta) y los coloqué en un bolso; pasé mucho tiempo, todo el día, en ese lugar, por lo que decidí guardar la leche otra vez en la misma nevera, pensando que se iba a poner mala.  

Después de conversar con un muchacho que estaba cerca, hablamos y hablamos, luego se acercó otro sin camisa, y este con un guiño de ojo le indicó que se retirara. Seguimos conversando y me indicó que la persona a quien me habían encargado, era un mujer regordeta con el cabello absolutamente blanco que se le veía hasta la piel del cráneo, pero que no se encontraba por ahí en esos momentos porque estaba en su trabajo; y el piso donde vivía, era como en el sexto; así que me dispuse a esperarla mientras conocía a las otras personas que vivían en ese edificio. 

Esta persona a la que me habían asignado llegó, y se fue directo a su piso; como le habían advertido que yo la quería ver, ella se iba a teletransportar hasta mi al primer piso, pero sencillamente le dije que no, que yo lo que tenía era hambre y quería freir este huevito que había agarrado de la nevera.

 Mientras esperaba ir a cocinar, o que ella resolviera lo que iba a hacer conmigo,  me reuní con varias personas, estábamos sentadas al lado de una ventana de alféizar, mirando o haciendo algo de manualidades, yo en el centro dando las indicaciones. 


y entre ellas estaba Yolanda, flaquita, chiquitica, estaba frente a mi y me pareció doloroso verla en ese estado, vestida de oscuro, sin sombra de felicidad; escuché que alguien decía:-"Los que lleguen aquí deben hablar bastante", me sonreí, miré a Yolanda y le dije: ¡Tú no tienes problemas, porque tú hablas bastante, verdad Yolanda?, 

Ella me mira porque está frente a mi y me responde: "-Yo aún no hablo, porque estoy ¡IMPACTADA! (con todo lo sucedido)", pensé seguir conversando peeero me desperté y quedé impactada con mi sueño. (Mañana le preguntaré)

                                                  Yo, en el Sagrado Corazón de París. 1969

Significará eso que aún no  se ha dado cuenta, que no entiende, que está muerta....???????

domingo, 7 de marzo de 2021

MAS PELIGROSO QUE...


 A mi los monos me gusta verlos detrás de una pantalla, o de un vidrio, pero de cerca jamás. Recuerdo un episodio que nos pasó en Santa Capilla de Caracas; la verdad no sé qué edad tenía, si sería 16 o menos de esa edad; mi abuela trabajó en la casa parroquial de Santa Capilla desde 1919, cuando llegaron a Caracas procedentes de Palo Negro o Turmero en el estado Aragua hasta 1967 que el terremoto la mandó a su casa, nada más y nada menos que cuarentiocho años, si mal no recuerdo de lo que oía hablar. Ella ahí tenía una habitación en la parte superior, enfrente estaba el lavandero y la plancha, cerca de ella estaba Rosalía la cocinera, que todos decían guardaba su sueldo en las medias y por eso tenía las piernas bien gordas, ya que no tenía familiares y no contactaba con nadie, ni gastaba absolutamente en nada, mi abuela ganaba 40,00 bolívares mensuales.

En cambio Justina Barreto mi abuela si que tenía familia, una prima y yo nos la pasábamos constantemente con ella, allí las hermanas Pacheco nos hablaban en inglés, para amanecer, servirnos, atardecer, anochecer, despedirnos, entrar y muchos otros etcéteras; a mi me ponían a cantar, bailar, yo era el  mono que las divertía; nosotras servíamos  y recogíamos la mesa, hacíamos los floreros de los altares, mi abuela en la noche limpiaba donde se ponían las velas, también limpiábamos los candelabros; en una ocasión estábamos pasando una tarde muy tranquilas conversando, cuando observamos que en el edificio de enfrente, entre cables y antenas venía bajando un mono, me imagino que entusiasmado por la algarabía que hacíamos con nuestra conversación, venía con una hojilla en las manos, lo que nos aterrorizó grandemente; no sé quién le dió un huevo para que se lo comiera y se fuera, o para agradarlo, lo cierto fue que el huevo nos lo devolvió, vino a caer a nuestras paredes y salimos todas pegando gritos y nos encerramos en una habitación todas asustadas porque el mono se negaba a irse atacándonos con todo lo que podía agarrar.

Este asunto se resolvió cuando alguien llamó a los maravillosos bomberos que se aparecieron en este segundo piso convenciendo al mono de que se fuera con ellos, no sé con qué artilugios, logrando así que la paz volviera a reinar en la casa parroquial de Santa Capilla, sección lavandería. Desde ese día menos me gustan, les tengo miedo por lo silvestres.