Irunúu era un joven cazador wayúu (Los wayúu o guajiros son un grupo de indígenas, de más número en Venezuela, estado Zulia, en la península de la Guajira, cuyo mayor territorio pertenece a Colombia), que vivía con sus tres hermanas, y un día caminando por el monte se encontró a una niña sucia y abandonada, a la que recogió y llevó a su casa para que sus hermanas cuidaran y le enseñaran el oficio propio de la mujer guajira, pero ellas empezaron a maltratarla y humillarla, negándole sus alimentos; a la vista de esto Irunúu compartía su comida con ella, en la tardecita cuando regresaba a su hogar.
Un día, de vuelta a la casa encontró un hermoso chinchorro, otro día encontró una bella manta para la silla del caballo, una primorosa faja tejida, y extrañado se preguntaba, que si sus hermanas no sabían tejer, entonces de quién eran aquellos exquisitos trabajos, aquellas maravillas, qué manos benditas le tejían esos prodigios?.
Decidió entonces, regresar a casa antes de lo acostumbrado y encontró a una bella doncella, a quien no pudo verle la cara pero si pudo observar que de su boca salia una serie de hilos con los que iba tejiendo sus obras maravillosas, lleno de emoción fue corriendo a abrazarle, pero en lo que ella sintió su presencia, se volvió a convertir en la muchachita sucia que él había recogido.
Asombrado, vio como la niña le rogaba que no divulgara su secreto, pero Irunúu, le respondió que él lo que quería era casarse con ella.
Waleker, le respondió que sería odiada por sus hermanas, que era cierto que lo amaba y esa era la razón de los tejidos que le había obsequiado, pero que ella no podía aceptarle su ofrecimiento.
Cuando los espíritus malignos vieron a Irunúu aquellos hermosos tejidos, quisieron saber cómo llegaban a él, pero se negó y no les confió el secreto de Waleker, mas cometió el error de confesarlo al espíritu de los muertos llamado Yolujá,
lo que fue su perdición, pues se empeñó en casarse con ella, y al abrazarla, lo único que quedó en sus manos fue un girón de telarañas, y la hermosa muchacha huyó hacia las ramas de un árbol convertida en araña.
Irunúu, acongojado por la pérdida de su gran amor Waleker, recogió los tejidos y los envió a la matrona wayúu para que las nuevas generaciones, aprendieran a tejer, por eso los tejidos guajiros se fueron extendiendo por todo el territorio y de ahí salen hermosas vistas.
Esta leyenda puedes encontrarla en:
Versión de Ramón Paz Ipuana en Mitos, Leyendas y Cuentos de los Indios Guajiros. Instituto Agrario Nacional. Caracas. 1972
Antonio Pérez Esclarín. Leyendas y Tradiciones Venezolanas. Caracas. 1996