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martes, 29 de marzo de 2022

LA ABUELA DE LAS GARZAS

 Este cuento ha sido contado por Daniel Otero hijo del pueblo wotjuja, quien nació en el Amazonas en el seno de una familia numerosa, recibe una educación apegada a sus más arraigadas tradiciones étnicas. Se hace maestro de escuela, lucha por los derechos de los pueblos indígenas, por lo cual decide escribir sobre la vida milenaria de su gente y recopilar su tradición oral.


La Abuela de las Garzas.

Cuentan los ancianos que en una época muy remota había en las cabeceras del río Cuao, un poblado de garzas llamado Wawapu. Allí vivía una vieja garza, abuela de todas las demás, en compañía de una joven nieta y un joven como cualquier de nosotros, en edad de comenzar su vida de adulto. El joven había sido raptado por las garzas, con la idea de regresarlo de nuevo a su gente si aprendía a comportarse correctamente entre ellas.

Un día, como todos los años en época de verano, las garzas decidieron irse a las playas de río Orinoco en procura de alimentos para ofrecer en la gran fiesta anual de la cosecha. Entonces dijeron a la abuela garza:

-Abuela, nosotros vamos al Orinoco a buscar alimento para nuestra fiesta. Pasaremos un buen tiempo por allá. Esperamos que a nuestro regreso nos tenga preparada la chicha con el maíz que dejamos sembrado. Dicho esto, las garzas salieron en grupo, tomando cada una su respectiva canoa y se marcharon río abajo. Luego de la partida de las garzas, la abuela se dispuso a descansar, no sin antes advertirle al joven:

-Si me duermo, quiero que sepas, nieto, que mi sueño no será un sueño común.

Y acomodándose en su chinchorro agregó:

-Si no quieres quedar atrapado en él, ve tú mismo a cerrar la puerta. Sólo así podrás salir y entrar con libertad si lo deseas.

Pero el muchacho, enamorado de la joven garza, no atendió a lo que la abuela le decía y sólo pensaba para sus adentros: "mientras duerma la abuela,yo la pasaré bien con la muchacha" y no fue a cerrar la puerta. Al rato la abuela se levantó y dijo:

-Si tú no cierras la puerta lo haré yo.

Apenas la abuela hubo cerrado la puerta, oscureció dentro de la enorme vivienda y todo se convirtió en piedra. El joven, asustado ante la oscuridad, bajó de su chinchorro, se acercó tanteando con sus manos hasta donde estaba la joven garza y se dio cuenta de que se había convertido en piedra. Mas asustado aún, comenzó a caminar de un lado a otro y comprobó que las tortas de casabe también se habían convertido en montones de piedra. Se dirigió hasta donde estaba la abuela garza y, al extender su mano, sólo tocó una figura de piedra. Desesperado, golpeó varias veces la roca tratando de despertarla:

-¡Abuela, abuela despierta para que vayas a abrirme la puerta!

Llorando el joven insistió: ¡Abuela, tú no eras piedra. Hace rato tú eras gente!


Pero fue inútil. Todo continuaba igual. Días después, cansado, triste y hambriento, casi arrastrándose, el joven fue hacia la puerta y divisó un rayo de luz que se colaba desde afuera. Allí permaneció largo rato viendo por la rendija sin poder salir, lamentándose de su suerte.

-¡Todo por no haber obedecido a la abuela garza! se decía a sí mismo.

Entonces, observó a través de la rendija, a un pequeño ratón que iba y venía

-¿Cómo está el maíz? le preguntó.

El ratoncito le respondió: -Todavía está echando espigas.

Transcurrieron varios días y el joven le preguntó nuevamente al ratón:

-¿Cómo está el maíz? y el ratón le contestó: -Ahora sí está listo para comer.

El joven le pidió que le trajera una mata completa cargada de jojotos.

-No tengo fuerza para tanto, le respondió el ratón.

Y sólo le trajo un grano de maíz, que despareció en la boca del hambriento joven antes de que pudiera tragarlo. El muchacho le pidió al ratón más maíz y éste tuvo que realizar muchos viajes al conuco para alimentarlo. Hasta que, cansado, el ratón le reclamó:

¡Tú si eres comilón, te comes todo el maíz que traigo en mi totuma!. ¡Sal de ese agujero si quieres comer más!

El muchacho, poniendo la cabeza en la rendija, le demostró al ratón que no podía salir.

-¡Ya veo, además eres cabezón!-dijo el ratón.  Y se marchó dejándolo ahí.

Al paso de tres horas, la abuela de las garzas despertó de su profundo sueño. Abrió una ventana y al entrar la luz las cosas volvieron a ser como antes.

-¿Qué habrá sido de mi nieto? Se preguntó la abuela al no ver al joven. Pero cuando fue a abrir la puerta se dio cuenta de que éste hacía tiempo había muerto. Al verlo, la abuela exclamó:

-¡Pobre nieto! 

-Te dije que cerraras la puerta con tu mano humana, pero no me hiciste caso.


A pesar de su profunda tristeza, la abuela de las garzas recordó que debía preparar la chicha y necesitaba un ayudante. Pronto estarían de regreso las garzas para celebrar la fiesta de la cosecha. Entonces levantó los huesos del muchacho y soplando con su aliento de vida, lo resucitó.


El joven ya no tenía la misma fuerza que antes para cargar el agua y la leña que la abuela le pedía. Sin embargo, poco a poco se fue recobrando, esta vez convertido en garza para siempre. 

lunes, 9 de agosto de 2021

FILOSOFÍA POPULAR


                          Allá viene el coco

déjalo que venga

que si viene solo

le saco la lengua.


Allá viene el coco

déjalo venir

ya mi niño lindo

se quiere venir.


Arrorró mi niño

ya se me durmió

con el arrorró.

El que va a la Villa

pierde la silla

y el que viene de villa

se le sienta encima.


Quieres que te cuente el cuento del gallo pelón...


Vicente, pata caliente

sube a la torre

y llama a la gente

Chao Marato

narices de gato

súbete a la torre 

y toca las cuatro.

¡Lánguili lan!

¡Lánguili lan!

Caráuta y pan

pal sacristán.


Las campanas

de guindán

piden queso y piden pan.


Café con pan

guarapo y pan

canillas secas

del sacristán.


Al que da y quita, el diablo lo visita

Al que da y quita, le sale una brujita.

Al que da y roba, le sale una joroba.


Tiré la tarraya, y saqué una raya.

Tiré un arpón, y saqué un cascarón. 


Si sois gallo, ven pa´ca.

Si sois gallina, quédate allá.


Me voy pa´la escuela, la bendición abuela

Dios le bendiga, Perucho, que estudie mucho


Lloviznita, lloviznita, no nos vaya a mojar

que la ropa que llevamos, la tenemos que planchar.

Ella dice: dar un brinco, y lo tenemos que dar.

Ella dice: nos peinamos, nos tenemos que peinar.

Ella dice que lavamos, y tenemos que lavar

Ella dice que bailemos, y tenemos que bailar.

Ella dice nos bañemos, y nos hemos de bañar.

Ella dice que estudiemos, y debemos estudiar.

Ella dice que juguemos, vámonos pues a jugar.


Gallo que no canta, algo tiene en la garganta.

Quien te mantiene el pico, ya te hace rico.

El que está en un rincón, que oiga su sermón.

De mañana en mañana, pierde el borrego la lana.

Bueno  es cilantro, pero no tanto.

En casa del carpintero, cama de cuero.

En casa del herrero, cuchillo de palo.

La cruz en el pecho y el diablo en el hecho.

Muera Marta y muera harta.

No hay buena olla con agua sola.

Chinchorro colgado, haragán acostado.

Guarda pan pa´mayo y malojo pa´tu caballo.

Camarón que se duerme se lo lleva la corriente.

El que trabaja no come paja.


lunes, 24 de mayo de 2021

ABUEEELAAA

 

Me voy a presentar: Yo soy la maestra Josefina Barreto. bueno así me identifican todos los que me conocen; empiezo así por unas palabras esclarecedoras que tuve con una principiante en Educación, lo cual pasó así: Un día, paso por su aula y de repente escucho que alguien dice, junto con sus alumnos: abueelaaa, volteo a ver a quién están saludando y la única persona que estaba caminando por ahí, ¡era yo!, entonces me dije: ¡Ah! es a mi a quien se están dirigiendo, pero como en esta escuela yo tengo un título, un nombre y un apellido, pues no debo sentirme aludida, y seguí mi camino. 
Segundo día, escucho, otra vez, por la misma persona, frente a sus alumnos, pegar un grito y decir: abuuueeelaaaa; ahí si había sentido sangre en mi cara, y sencillamente la llamé, Hablando bajito, para que ninguna otra persona se percatara de mi molestia, le expuse mi preocupación por la cual ella me estaba cambiando el nombre que me había ganado a través del tiempo de servicio y le dije que no se preocupara que ya, yo estaba de salida, pronto, dentro de unos pocos meses iba a salir jubilada y les iba a dejar el cargo, que mi nombre no era abuela, mi nombre era, ahí y en cualquier parte: Maestra Josefina; que la palabra abuela era con mis nietas y en mi casa, que yo entendía que se preocupara por mi edad y que aún estuviera trabajando, pero que ya me iba, porque mi jubilación ya estaba lista (Palabras más, palabras menos así sucedió). 
No es que me avergüence del calificativo "abuela", porque se lo acepto a un niño, que confundido me dice abuela recordando a la suya cuando se dirige a mi; pero un adulto (joven, pero ya adulto)que se disponga a faltar el respeto por la "guachafita" o buscando que yo entre en ese canal de sobrenombres, "tú me dices y yo te digo", o "tú me pones un apodo y yo te pongo otro", no, eso es inaceptable, eso es muy feo, eso no es de personas cultas y mucho menos de una persona que trabaja en Educación, con el agravante de que yo, para ese momento podía ser su abuela, y por lo tanto merecía RESPETO, y como eso es lo que yo doy: RESPETO para que me respeten. 
Bien con este relato podemos constatar que siempre en la vida vamos cometiendo errores que debemos encauzar, perdonarnos y pasar la página (que falta más).