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miércoles, 10 de marzo de 2021

LA OFRENDA DE NIÑOS VIVOS


 Esto que voy a contar, sucedió en el estado Mérida, y se refiere a cómo se formó la laguna de Urao, dicen los que cuentan que las Vírgenes de Motatán lloraron con mucha desesperación cuando veían cómo morían los bravos guerreros Timotes, ante el acoso de los conquistadores españoles; se dice también que como esas aguas estaban formadas por lágrimas tenían un sabor salobre, es de recordar que está ubicada en el sur de Mérida y debería ser de agua dulce. Cuentan los que saben que esta laguna tenía la magia de desplazarse por los aires, como lo hacen las nubes, cambiando de lugar a voluntad, fue en un tiempo al Páramo de Mucuchíes, luego se fue a los pies de las Cinco Águilas Blancas hasta llegar al suelo cálido de Lagunillas de Mérida.


Los indígenas que rodeaban la laguna de Urao querían saber cómo podían retenerla con el fin de disfrutarla y un brujo malvado que escuchó estos clamores les contestó: _Para lograr que la laguna de Urao no se marche de vuestros predios, deben entregarle, todos los años, un niño vivo, para que ella al devorarlo se mantenga muy quieta y en absoluta calma.


Esta receta fue cumplida por los indígenas, quienes cumplieron fielmente con ese ingrediente secreto para mantenerla quieta y tranquila, y cuando llegaron los misioneros, lograron, con grandes esfuerzos que cambiaran las ofrendas de niños por las de perros o gatos, cuyos esqueletos aún deben estar en el fondo de sus aguas; así entregaban a estos animales en un día llamado "El día de la Ofrenda"

El tiempo ha pasado, pero las ofrendas siguen, con un cambio total y es que los agricultores y campesinos de los alrededores le ofrendan flores, frutas, monedas, pensando que si ella se hace la dormida, está muy viva y en cualquier momento puede despertar y quién sabe con qué furia lo puede hacer. 


En cambio hay otros que alegan que dentro de sus entrañas vive una gran culebra que los puede aterrorizar. 


Algunos con complejo de culpa dicen que debajo hay un pueblo de niños, que convive dulcemente, aplacando a diario la cólera con la que ella se exhalta de vez en cuando. (Tomado y recreado de Leyendas y Tradiciones Venezolanas de A. P. Esclarín)


Hoy día es mucho lo que hay que hacer en las aguas de la laguna, su cuerpo se está desapareciendo, los indígenas le hacen ofrenda y reverencia.

 Ha habido quema en sus orillas, parece que a la gente no le importa sus aguas, pero necesita de más afluentes para tenerla viva y contenta. 

Con los problemas existentes las Fuerzas Armadas del país tuvieron que realizar un papel de trabajo para la apertura de calicatas, irrigación por derivación, limpieza de canales y poda de juncos que ha permitido recuperar el nivel freático en el lecho.

 Junto con las etnias quinaroes, quinanoques, mucumbú, orkas, casés y guazábara, así como la población en general que desea fervientemente su regeneración y que siga siendo Monumento Natural enunciado desde el 18 de junio de 1979. (Tomado de Notiandes). A continuación la escenificación de la laguna de Urao, realizada por Yojhan Vargas. Compañía Nacional de Teatro. 31 de enero de 2017. Plaza Las Heroínas. Mérida.

https://yojhanvargas.wordpress.com/2017/01/31/urao/



viernes, 25 de diciembre de 2020

MURACHÍ Y SU PRINCESA


 El cacique Murachí de la tribu de los caribe, mocotíes que habitaban un sitio escondido entre las montañas, llamado Murrupuy, defendió a su pueblo de los ataques españoles, pero se vio obligado a desplazarse a otras  regiones, después de poner a salvo a su esposa la princesa Tibisay, ya que siguió enfrentándose a los españoles hasta morir en batalla (Esta es la versión recopilada de Almanaque Mundial) 

La siguiente versión es la del estado Mérida, Dirección de Cultura: 

Murachí era ágil y valeroso, más que todos los indios de la tribu, su brazo era el más fuerte, su flecha la más certera y su plumaje el más vistoso, por lo que cuando les tocaba el caracol en lo alto del cerro, sus compañeros empuñaban las armas y le seguían, dando gritos salvajes seguros de la victoria. Murachi era el primer caudillo de las Sierras Nevadas,  Tibisay su amada, era esbelta como la flexible caña  del maíz, era de color trigueño, ojos grandes melancólicos, de abundante cabello, por eso eran para ella los mejores lienzos del Murripuy, el oro más fino de Aricagua y el plumaje del ave más rara de la montaña; ella había aprendido, mejor que sus compañeras los cantos guerreros y las alabanzas del Ches, por ello en los convites y danzas dejaba oir su voz, ora dulce y cadenciosa, ora arrebatada y vehemente, exaltada por la pasión salvaje. "Huye, huye 


Tibisay nosotros vamos a combatir; los terribles hijos de Zuhe han aparecido ya, sobre aquellos animales espantosos, más ligeros que la flecha: mañana será  invadido nuestro suelo y arrasadas nuestras siembras. ¡¡Huye!!, ¡¡Huye!! Tibisay nosotros vamos a combatir; pero antes  ven mi amada y danza al son de los instrumentos, reanima nuestro valor con la melodía de tus cantos y el recuerdo de nuestras hazañas". La danza empezó en un claro bosque, triste y monótona, como una fiesta de despedida, a la hora en que el sol, enrojecido en el ocaso, esparcía por las verdes cumbres sus ùltimos reflejos. Pronto brillaron las hogueras en el cìrculo del campamento y empezaron a despertar, con las libaciones del fermentado maìz, los corazones abatidos y los ìmpetus salvajes. Por todo el bosque resonaban ya los gritos y algazara, cuando cesó de pronto el ruido y enmudecieron todos los labios, Tibisay apareciò en medio del círculo, hermosa a la luz fantástica de las hogueras, recogida la manta sobre el brazo, con la mirada dulce y expresiva, el continente altivo, lanzó tres gritos graves y prolongados, que acompañó con el sonido el fotuto sagrado y luego extasió a los indios con la magia de su voz. 


Este es el canto de los guerreros de Mucujún". "Corre veloz el viento; corre veloz el agua; corre veloz la piedra que cae de la montaña" "Corred guerreros; volad en contra del enemigo; corred veloces como el viento, como el agua, como la piedra que cae de la montaña".

"Fuerte es el árbol que resiste al viento; fuerte es la roca que resiste al río, fuerte es la nieve de nuestros páramos que resiste al sol".

"Pelead guerreros, pelead, valientes, mostraos fuertes, como los árboles, como las rocas, como las nieves de la montaña".

"Este es el canto de los guerreros del Mucujún".  

 Un grito unánime de bélico entusiasmo respondiò a los bellos cantos de Tibisay, concluida la danza, Murachì acompañò a Tibisay por entre por entre la arboleda sombría, no había ya más luminarias que las estrellas titilantes en el cielo y las irradiaciones intermitentes del lejano Catatumbo.

 Ambos caminaban en silencio con el dolor de la despedida en la mitad del alba y temeroso de pronunciar la postrera palabra:¡ADIOS! 

Hay un punto en que los ríos Milla y Albarregas corren muy juntos casi en su origen. Los carros ofrecen allì dos aberturas, a corta distancia una de otra, por donde los dos ríos se precipitan, siguiendo cañadas distintas para juntarse de nuevo y confundirse en uno sólo, frente a los pintorescos campos de Liria, besando ya las plantas de la ciudad florecida, la histórica Mérida. En aquel punto solitario encubierto por los estribos de la serranía que casi lo rodean en anfiteatro, Murachí tenìa su choza y su labranza         -¡Tibisay!", dijo a su amada el guerrero altivo, _"Nuestras bodas serán mi premio si vuelvo triunfante, pero si me matan, huye Tibisay, ocúltate en el monte, que no fije en ti sus miradas el extranjero, porque serías su esclava".


El viento frío de la madrugada llevó muy lejos a los oídos de Murachí los tristes lamentos de la infortunada india, a quien dejaba en aquel apartado sitio, dueña ya de su choza y su labranza, cuando la primera luz del alba coloreó el horizonte, por encima de los diamantinos picachos de la Sierra Nevada, resonó grave y monótono el caracol salvaje por el fondo de los barrancos que sirven de foso profundo a la altiplanicie de Mérida, los indios, organizados en escuadrones, estaban apercibidos para el combate.

Pronto se divisó a lo lejos un bulto uniforme que avanzaba por la planicie, el cual fue entendiéndose y tomando formas tan extraordinarias a los ojos de los indios que el pánico paralizó sus movimientos por algunos instantes, pero a la voz del caudillo, la turba se precipita, como desbordado torrente prorrumpiendo en gritos horribles y llenando el aire con sus emponzoñadas flechas; 



Murachí iba a la cabeza, blandiendo en alto la terrible macana y transfigurado el rostro por el furor, cuando una súbita detonación detiene a los indios, palidecen todos llenos de espanto, se estrechan unos contra otros, dando alaridos de impotencia, y bien pronto se dispersan, buscando salvación en el borde de los barrancos, por donde desaparecen en tropel.


Sólo Murachí rompe su macana en la armadura del que fuera conquistador, sólo el bravo Murachí ve de cerca aquellos animales espantosos que ayudaban a sus enemigos en la batalla, pero también sólo él ha quedado tendido en el campo, muerto bajo el casco de los caballos.

El clarín castellano tocó victoria y la tierra toda quedo bajo el dominio del Rey de España; cerca de las márgenes del apacible Milla, en aquel sitio apartado y triste, abrióse un hoyo al pie de la peña para sepultar a Murachí, con sus armas, sus alhajas y las ramas olorosas que Tibisay cortó en el bosque para la tumba de su amado.


Tibisay vivió desde entonces sola con su dolor y sus recuerdos en aquella choza querida, sus cantos fueron de ahora en adelante, tristes como los de una alondra herida. Los indios la admiraban con cierto sentimiento de religioso cariño y la colmaban de presentes, era para ellos un símbolo de su antigua libertad y al mismo tiempo un oráculo que consultaban sigilosos. Ya los españoles señoreaban la tierra y gobernaban a los indios, sólo Tibisay vivía libre en la garganta de aquellos montes o entre las selvas de sus contornos, pero era un misterio su vida, algo como un mito de los aborígenes, que atraía a los españoles con el fantástico poder de las ficciones poéticas. Ningún conquistador había logrado verla todavía, sin embargo, nadie ponía en duda su existencia, decíanle los indios que era una princesa muy hermosa, viuda de un guerrero afamado, a quien había prometido vivir escondida en los montes mientras hubiese extranjeros en sus nativas sierras.


Era un encanto la voz de la fugitiva, que los cazadores oían de vez en cuando por aquellos agrestes sitios, como el eco de una música triste que hería en la mitad del alma y hacia saltar las lagrimas. En sus labios el dialecto muisca, su lengua nativa, sonaba dulce y melodioso y no era menester entenderlo para sentirse conmovido el corazón.



Fuente: Revista El Cojo Ilustrado, No. 148, Caracas, 15 de febrero de 1898 / Biblioteca Popular Turismo Andino, Tomo 5.

jueves, 12 de noviembre de 2020

LA REINA DEL GUÁCHARO



 Urimare era el nombre de la reina del Guácharo.


La cueva del Guácharo se encuentra situada muy cerca de la población de Caripe, en las montañas del norte del estado Monagas, las cuales son consideradas como un prodigio de la naturaleza y una de las maravillas del mundo.

Antes se decía y comentaba que esta cueva no tenía fin, que llegaba a Brasil o a la isla de Trinidad, y en la actualidad se ha llevado excursiones que han demostrado que tiene una longitud de  5.362 metros con innumerables pasadizos y galerías.

Se permite a los turistas un paseo que se extiende, hasta el Salón Precioso, descubierto por el científico Agustín Codazzi, a unos 1.500 metros de la entrada, lo cual se constituye una excelente caminería, representando su recorrido en un paseo inolvidable, a la luz de las linternas, conducidos por unos guías adiestrados en espacio y explicaciones precisas y graciosas, lo cual se siente adentrarse en un mundo encantado. Al igual que en las cuevas de El Peñón en Súcuta, las estalactitas y estalagmitas se transforman en figuras caprichosas como la Virgen del Carmen, del Valle, el Ángel de la Guarda, una palmera, cabeza de elefante, alcatraz en picada, un león, una tortuga.

En esta primera parte de la cueva viven los guácharos, que llenan el espacio con sus chillidos para guiarse en la oscuridad, como los murciélagos, ya que son aves nocturnas, pues  no soportan la luz, sólo emigran por las noches en busca de los frutos con que se alimentan, buscados a varios kilómetros de la cueva. Son aves gregarias, es  decir andan siempre en grupo, en el día se nutren con sus frutos y vomitan la semilla y conchas al suelo de la cueva.

Los indígenas Chaimas, consideraban que los espíritus de sus antepasados habitaban el fondo de la cueva y se abstenían de entrar por temor a perder la vida, cuando escuchaban sus gritos lastimeros; así que Guácharo significó para ellos: "El que llora y se lamenta" 

La princesa Urimare, valiente y bella, que ellos llamaban la reina, defensora esforzada de la tierra del Guácharo contra los conquistadores, se atrevió nunca a violar la caverna, ya que ella organizaba a sus guerreros a la entrada, los enardecía con sus palabras de fuego y hacía que juraran a sus antepasados que defenderían la tierra con valor, lanzándolos hacia los invasores blancos.

Un día Urimare observó con tristeza que dos invasores blancos habían entrado y salido de la cueva vivos y sin miedo,  por ello empezó a languidecer de tristeza y desconcierto, porque si estos seres extraños habían vencido a sus antepasados, también los vencerían a ellos, y en una batalla cayó prisionera, siendo ahorcada en la ciudad de Cumaná.


Su cuerpo murió, pero su culto y su magia sobrevivieron. La reina del Guácharo, soberana de los Chaimas, es venerada por muchos campesinos de las montañas de Monagas, preside la Corte Celestial, y junto a ella los indios Maturín, Iguanaina,, Taupocán, Guarapiche y Anana.


Historia tomada del libro "Leyendas y tradiciones Venezolanas"  de Antonio Pérez Esclarín