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lunes, 10 de mayo de 2021

BINGO

 El Bingo es un juego, creo que mundial, que nos enseñó a contar y a sumar y como no teníamos computadora pues lo hacíamos manualmente repitiendo los números a cada rato una y otra vez, mientras buscábamos y se nos grababan las letras B, I, N, G, O; al igual que con el bingo, nos sucedía lo mismo con el Ludo (aunque se diga que lo mismo es una enfermedad del lomo), ya que contábamos hasta que llegáramos a la casilla central y si nos botaban teníamos que volver a empezar; por supuesto nuestros padres nos incitaban a jugar tanto el bingo como el ludo con el interés de que nos aprendiéramos los números. 

Recuerdo que en una oportunidad, ya jóvenes, no sé a quién se le ocurrió la idea, salíamos a pasear ese poco de muchachas, entrábamos al autobús, nos sentábamos cada una en el puesto de la ventana, muy seriecitas, esperando que el autobús se llenara, éramos aproximadamente seis y las que se nos pegaran, todas pendientes de todas, entraban los muchachos al autobús, por supuesto los muchachos miraban todos los asientos y estaban ocupados ya, entraban, paseaban, caminaba, se devolvían, miraban otra vez y por último se sentaban en cualquier lado, cuando lo hacían, todas al unísono decíamos ¡Bingo!; el muchacho que se acababa de sentar, se daba cuenta del juego y se ponía rojo como un tomate, de que se estuvieran dirigiendo  él, y a la que se le sentaba al lado, tenía que hacer muecas para no reírse y guardar la compostura después del bingo, pues de verdad que nos daba mucha risa después que todas las demás decían BINGO. Juegos inocentes de juventud inocente y sin malicia.


lunes, 23 de septiembre de 2019

LA OUIJA


La Ouija es un juego para comunicarse con el más allá; en ese tiempo, quería saber del mundo, mi futuro, si me iba a enamorar, casar, tener hijos, si me iba graduar, emplear, ser feliz, si iba a evolucionar, prosperar, en fin todo lo que un ser humano requiere para estabilizarse en este mundo incomprensible, absurdo, caprichoso, sacrílego y alocado.
Ese día estaba en casa de mi comadre Yolanda, otra muchacha, pero que ya se había casado y era madre de una hermosa bebé, estábamos en su apartamento en Caracas, donde también yo vivía, pero hacia otra comunidad; había fallecido un conocido de su mamá y nos quedamos las dos a cargo de tres niñas, su hija y dos sobrinas de seis y siete años; por supuesto, enseguida nos vino la idea de jugar a la ouija en el cuarto de Irene, la del medio, que también era mi ahijada.
Tomamos una tapa de cartón de disco de acetato, una libreta y un bolígrafo para escribir las respuestas; Yolanda le puso las letras, el si y no, los números, buscamos una copita que serviría de enlace, buscamos una mesita, unimos las rodillas  y empezamos: ¿Me voy a casar?...¿Cuántos hijos voy a tener?...¿Dónde voy a vivir?...¿Voy a viajar?...¿Él me va querer mucho?...¿Él me va respetar?.....¿Tendré que remendar su ropa interior?...¿Voy a tener dinero? ....y preguntas van y preguntas vienen, la copita se mueve por todo el cartón, aceptando o negando, marcando fechas, nombres, el tiempo pasa y no nos dimos cuenta que la niña se había despertado y nos estaba observando, asustada, cotejando con su poca experiencia lo que nosotras estábamos haciendo.

De repente, la niña me llama: ¡¡madrina¡¡ ¡¡madrina¡¡ quiero ir al baño.
Dejamos todo, me levanté de la cama, le agarré las manitas y le respondí: -¡¡vente pues, que yo te llevo¡¡
¡¡No¡¡ ¡¡No¡¡ es que no puedo, no puedo pararme de la cama.
Yolanda y yo nos miramos, con el corazón en la boca, no atinamos qué decir.

Un mundo de ideas espeluznantes nos recorrió el espinazo y nos erizó la piel, los espíritus se habrían apoderado de ella?, estará poseída?, la tendrán atrapada y no la dejan pararse? Dios, que desesperación, no saber qué tenía esa niña tan pequeña, que la habían dejado a nuestro cuido y la habíamos descuidado con ese juego maligno, que no debíamos jugar más nunca...sería el difunto que estaban velando que vino a posesionarse de Irene...no no, no, qué íbamos a hacer???.

Yo casi llorando le dije, muchas veces: -¡vente¡, vamos para el baño, ¡¡vamos párate¡¡, le agarraba las manos, la halaba, pero la niña no quería nada, hasta que por fin se decidió y me respondió:
                     ¡¡Madrina no puedo ir al baño¡¡, 
                                       porque 
           
           ya 

               me 

                   oriné...

                            bu       bu        bu