CUENTO PEMÓN
El hombre fue al río a buscar agua en una calabaza. Cuando regresó a su casa se encontró con el tigre que había penetrado y estaba allí dentro, sentado en el suelo. El hombre pensando defenderse, dio un salto hacia el sitio en que guardaba sus armas, para agarrar una flecha. El tigre se puso a reir y dijo: -¡No soy tonto pemón, sé que debes tu poder a las armas que posees, por eso te las he destruído!. El hombre vio entonces que el tigre estaba sentado sobre los restos de sus flechas y sus hachas destrozadas, ¡He venido a demostrarte que soy más poderoso que tú!. El animal se puso en pie y salió afuera, conduciendo al hombre hasta un matorral cercano.
El tigre se quedó mirándolo, y luego le dijo: -¡Ahora te toca a ti, pemón, ejecutar también tres hazañas, si yo no puedo imitarte, quedaremos amigos, pero si las llevo a cabo, te devoraré!.
La luna estaba en el cielo rodeada de nubes, el hombre la miró y dijo al tigre: -¡Aguárdame aquí Kaikusé, ya vuelvo!; el tigre desconfiado gruñó: -¡No pretendas huir, porque si lo haces, te buscaré y cuando te haya encontrado te comeré!. -¡No tengas cuidado!, dijo el hombre y se fue. Se metió en la selva y cuando estuvo fuera del alcance de la vista de la fiera, dio un rodeo y regresó a su casa por detrás, entró y buscó una torta de casabe, luego miró al cielo y al ver a la luna esconderse detrás de una nube, volvió donde estaba Kaikusé, le mostró la torta de casabe, preguntándole: ¿Sabes qué es esto, amigo Kaikusé?. -¡No sé!. Pemón dijo: -¡Mira el cielo!, no ves que la luna ha desaparecido?. La fiera miró al cielo y enseguida a la torta de casabe: -¡Ah! ¡Has agarrado la luna!. -¡Si! y comenzó a comer casabe; el tigre mirando el gusto con el que el pemón comía, dijo: -¡Debe ser sabroso comer luna!. El hombre le dio lo que le quedaba de casabe al animal, diciendo: -¡Sí! ¡es bueno, come!. En ese momento el tigre devoró todo el casabe y se quedó relamiéndose: -¡Es una lástima que se haya acabado!. -¡No importa! dijo pemón, -¡Ahora saldrá otra luna!. -¿Y podré agarrarla yo?. -¡Naturalmente!, de la misma manera que yo agarré la mía. -¿Y cómo hiciste para darle alcance?.
-¡Muy sencillo, me subí a los copos de un árbol y de un salto me llegué hasta ella!. La luna salió de las nubes en que se había ocultado y comenzó de nuevo a correr por el cielo. Apenas la vio el tigre, fue rápido y se subió al árbol más alto. Allí se agazapó y mirando fijamente el astro para afinar la puntería, dio al fin el gran salto, pero no alcanzó la luna sino que se vino de cabeza y se estrelló en el cielo contra una piedra.
El hombre llevó a su casa el pescado y el paují y arrastró también hasta ella al tigre y a la danta.