De regreso, tomé mis bolsos, me despedí y me vine para la casa. Cuando llegué me dispuse a buscar el tenedor en mis bolsos y no lo encontré, (ya tenía el gusanito de la incertidumbre molestándome y pensé ¡cónchale! dejé el tenedor en la escuela).
Al día siguiente, en cuanto llegué, le pregunté y participe a todo el personal, que había dejado el día anterior un tenedor con las siguientes características: marca Oneida, de florecitas, bien bonito, que era el último recuerdo de un juego de Rena-ware que me quedaba. Igualmente enseñé una cucharilla sopera que también tengo en uso para cuando estoy fuera de casa, a fin de reconocerlo cuando lo vieran, si es que lo veían. Seguidamente empecé con mis decretos metafísicos: "Espíritu Divino de mi Yo Superior llévame directamente a lo que he perdido"
Ninguna persona se hizo eco de mi pérdida y bueno pasaron los días, aproximadamente diez, sin ninguna otra mención, ni recuerdos, ni quejas, cuando en la noche, en mi casa, veo dos tenedores juntos, sucios, no sé dónde, porque lo volé de mi mente; lo cierto es que me fuí a la cocina a lavarlos y cuando lo estaba haciendo, los miré y remiré, y cuál sería mi sorpresa, que pegué un grito: ¡mi tenedor!, ¡mi tenedor! ¡apareció! ¡apareció mi tenedor!. (Se materializó, pero en mi casa, no en la escuela).
Asombrada, todavía por lo increíble, y aún no salgo de ello, aunque no debía dudarlo ya que no es la primera vez que me ocurren estos milagritos, para satisfacción de mi vivir, porque la última foto mental que guardo en mi nube, es colocando el tenedor en la mesa de la biblioteca y dejándolo allí para levantarme y salir a ver lo que me estaban enseñando.
Gracias Padre que ya me oíste.