Había una vez un hombre de origen pobre, y pobre de vida, que se casó con una mujer pobre también, pues un buen día llamó al Diablo porque quería hacer un pacto de riqueza y él le obedeció. Pero...él ignoraba lo que tenía que entregar: el primer fruto de su amor. ACEPTO¡¡¡¡ le respondió, sin enterar a la mujer de su promesa.
Surgió el embarazo y lo que saliera le sería entregado al Señor Diablo a cambio del dinero que recibiría.
Pasan los días y empieza a hacer dinero, se compró una hacienda, y como cosa curiosa o interesante, en la empalizada o tranqueros de los límites de la vivienda no eran cruzados como en cualquier lugar del campo, para no evocar la cruz, y como orden recibida de su dueño.
Sigue pasando el tiempo, el primer hijo sigue creciendo, era un muchacho bueno, responsable, iba a Misa todos los domingos, pero estaba maldito, porque el Diablo le velaba los sueños, y sintió tanta envidia por el chico, que empezó a reclamar su pedido.
La gente se reunía de noche porque el muchacho se había enfermado y para colaborar o por pedir por su salud, se reunían en un compartir con un chocolate caliente por la frialdad de las noches.
Este miedo latente hizo que el padre llamara al cura de la comunidad y le relatara lo que había hecho para conseguir dinero, y quizás por inexperiencia, sentimientos o miedo, o quién sabe qué, no actuaron para impedir que el Diablo se saliera con la suya.
Por ahí mismo pasaba un hombre vestido de liqui-liqui, que era la vestimenta cotidiana del venezolano de antier, inclusive hoy día se escuchan a lo lejos los cascos del caballo que se aleja.
El día asignado, los dieciocho años, la madre pasa por el frente del cuarto del chico, observa a su hijo que se está poniendo las alpargatas y le dice, -Tu papá ya se levantó, voy a la cocina a calentar el café, ya el desayuno está preparado, ven rápido que se enfría...pasan los minutos y el muchacho no llega, se preocupa, el corazón le da un vuelco, va a ver y lo encuentra muerto, en la misma posición en que lo dejó. poniéndose las alpargatas.
Mientras, en el otro cuarto, el papá, se estaba igualmente poniendo las alpargatas, para salir a desayunar, que ya era lo único que le faltaba, y de repente, quedó también suspendido, es decir muerto en la misma posición, colocándose las alpargatas, en el mismo momento en el que el hijo se había desprendido.
Las dos almas se habían ido al mismo tiempo, padre e hijo, con la anuencia y alegría de el Diablo ya que había engañado al padre, quien cayó tontamente en su trampa y en vez de un alma se había llevado dos para su redil.Así, iban los dos féretros, el del padre y el del hijo, y las urnas no pesaban nada, una al lado de la otra y la madre, desde lo incomprensible, con desgarradores gritos de dolor, sólo atinaba a decir: ¡¡¡Mi adorado hijo¡¡¡...¡¡¡mi amado esposo¡¡¡ Qué ha pasado Dios¡¡¡¡¡???? Por qué este desamparo????
