Hace muchos años, vivían en estas tierras unos chicos
indígenas, cuya vida transcurría muy feliz, correteaban por todos lados, por la
selva, los montes, los llanos, los ríos,
valles, cordilleras muy frías y playas con un intenso calor, para
refrescarse luego con la frescura de sus aguas.
Iban a los árboles
y bajaban los mangos, las lechosas, mamones, nísperos, y muchas más deliciosas
frutas, pescaban grandes peces en las aguas que encontraban, sembraban yuca,
ocumo, maíz y con ello preparaban un hermoso casabe, y…. bueno en fin unas comidas
deliciosas con todo lo que sembraban.
Un día estaban saltando en el río, nadando como pececitos,
salían y entraban en el agua, se montaban en los árboles y se lanzaban desde
allí, haciendo competencia para ver quién se lo hacía del árbol más alto, cuando
de repente se acerca galopando un muchacho montado en un caballo negro
brillante y a su lado un gran perro peludo, iban de una orilla a la otra, de
arriba abajo, les echaba agua en la cara, los fastidiaba, les tumbaba los
alimentos que habían preparado para merienda, les quitó las frutas que tenían recogidas
en una cesta; tanto fue eso que las niñas se pusieron a llorar. Pero no contaban
con la valentía de un pequeño indígena llamado Naiguatá, quien algún día sería un
gran Cacique, que se molestó mucho por
lo que estaba pasando, salió del agua, miró al cielo, y llamó a las gaviotas, sus amigas!!,
1-2-3-4-5-6-7-8-9-10¡¡ muchas, muchas,
muchas gaviotas¡¡¡¡, y Naiguatá
le ordenó: ¡¡ataquen, ataquen, ataquen!!,
y las gaviotas obedecieron de inmediato, persiguieron al muchacho malo, a su caballo
y a su perro, los picoteaban en la cabeza, en la cola, en la espalda y los
echaron a correr hasta que se desaparecieron de su río, de su selva, y de sus
montañas…….¡¡¡¡¡¡
Y colorín colorado este cuento se ha terminado y debes
darle un abrazo al que está a tu lado.