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lunes, 14 de junio de 2021

COSTUMBRES

 Nosotros los venezolanos tenemos muy buenas costumbres que nos han hecho ser un pueblo sano, en muchos aspectos; nos hemos acostumbrado a disfrutar de un empleo fijo al que asistimos responsablemente todos los días, llegando antes de la hora de entrada, cumplir con todas las actividades inherentes al cargo, nos hemos acostumbrado a contar con un vehículo que nos lleve y nos traiga; en caso de no poseer un vehículo propio, contamos con un "por puesto", o en su defecto "un taxi"; nos acostumbramos a reunirnos después del cobro de la quincena a almorzar en un buen restaurant o algunos a degustar de unas bebidas espirituosas, aunque muy poco espirituales. Nos acostumbramos a tener una nevera con suficiente comida, sin excesos y productos vegetales, en una cocina con ollas limpias y brillantes, tan satisfactorio para nosotras las mujeres; a comernos la arepa diaria, con queso, mantequilla, jamón, queso amarillo, aguacate, queso rallado, caraotas, el cafecito diario, la avena o maicina en la noche, y por supuesto nuestras queridas caraotas.

nos acostumbramos a tener un piso brillante, sea del material que fuere: cemento, terracota, baldosas, vinil, madera, granito, mármol, recuerdo que de pequeña se hacía como juego para pulir los pisos, se tomaba una tela gruesa y las jóvenes más grandes rodaban a los mas pequeños por todo el piso, con cera de vela y kerosene, haciendo la función que haría la pulidora. Nos acostumbramos a ir a las ferias anuales que llegan a nuestras comunidades, a viajar a otros lugares, con otra temperatura, a ir a la playa regularmente o a una piscina, si tenemos agua corriente, nos vamos al río, a preparar un buen hervido de res con bastante verdura, casabe y  refrescos, acompañado de un juego de dominó o de bolas criollas, o pelota. Acompañar a nuestros niños a la escuela e ir a buscarlos, y hacer que participen en las actividades folklóricas de la escuela.

Nos acostumbramos a celebrar todos los cumpleaños, aún en los momentos más álgidos no hemos dejado de cantar "cumpleaño feliz", compuesta por Luis Cruz y cantada por Emilio Arvelo, quien falleció recientemente y quien la popularizó en Venezuela y el mundo, con la impresión de que es como un himno venezolano a "la felicidad de un año más", con la convicción de que todos los que vivimos en este suelo nos la sabemos, lo que me inclina a opinar, que no puede ninguna religión eliminar una tradición venezolana placentera y formativa como es la reunión de la familia en torno a uno de sus miembros. He tomado estas costumbres  con pinzas ya que existen las individualidades y cada individuo se acostumbra a sus propios beneficios de acuerdo con las facilidades que tenga. A ir a la peluquería regularmente, nos acostumbramos a usar tacones a diario para ir a trabajar y andar perfumadas con olores exquisitos.

En fin, hay muchos espacios de convivencia a que necesariamente tenemos que adaptarnos en este modernismo o finales de mundo que nos tocó ser sorprendidos.

 


jueves, 11 de marzo de 2021

GRITANDO PASÉ POR AHÍ...HASTA QUE..

 Una amiga me invitó a su casa y yo encantada acepté, porque era en otro Estado y bueno arregle mis cosas y los de mi hija mayor y nos fuimos; llegamos al Nuevo Circo, en La Hoyada que es lugar de embarque para casi toda Venezuela, tomamos un carro de cinco puestos  y nos fuimos, aproximadamente 341 kilómetros, mas o menos,  mas de cuatro horas de viaje; según las indicaciones debía bajarme cerca de la Catedral y allí tomar un taxi que me llevaría hasta su casa.

Así lo hice, nos bajamos con esa pesada maleta, me dirigí hasta los dos taxis que estaban estacionados y le pregunté al primero de ellos si me podía llevar hasta la dirección que le indiqué, me respondió con un seco -_¡NO!, 

_Bueno, gracias


Me dirigí al segundo taxista y le hice la misma pregunta: _Me podría Ud. llevar hasta esta dirección?

Me respondió con un re-seco _¡NO!

_Bueno, Gracias.

Y se quedaron los dos recostados de sus respectivos carros.

No entendí la negativa, agarré mi muchacha, mi maleta y crucé la autopista, era aproximadamente las diez de la noche, noche silenciosa, desolada como las noches de cuarentena, no pasaba ningún vehículo, silencio absoluto. 

A lo lejos se vislumbra los faros de un carro, que alumbran el espacio donde estábamos paradas nosotras dos, contemplando la hermosa Catedral en toda su belleza, le extiendo mi brazo, se detiene y le hago la misma pregunta, me responde que sí, que es lejos, pero que él me va llevar. 


Se lo agradezco y abro la puerta, nos sentamos en la parte de atrás, con el cansancio del día y empieza el viaje, cuando digo viaje, es porque no se terminaba nunca,, es como si hubiera ido de Ocumare a Santa Teresa hubo un momento que dudé a dónde nos llevaba, pero deseché ese pensamiento de mi mente y de mi corazón. 

Salimos de la autopista, salimos de la calle y y entramos a una vía de tierra, siempre confiando en el chofer que era dueño de mi vida en esos momentos. El chofer me indicó de donde a donde era el nombre de la calle que tenía escrito, que ya habíamos llegado, que le indicara la vivienda a donde debía dejarme; la calle estaba a oscuras, todas las casas tenían las luces apagadas, no había un alma en ninguna esquina,, a quien se le pudiera hacer alguna pregunta.  El taxista subía y bajaba la calle, de arriba abajo  y nada que encontraba la casa, todo estaba muy oscuro, no podía leer ningún número, y me daba miedo bajarme amirar losnúmeros de las casa y dejar la niña en el carro. Hasta los faros estaban apagados y el señor me preguntó que qué iba a hacer, qué iba a resolver, lo único que se me ocurrió fue: _La llamaré, la voy a llamar, y empezamos a pegar gritos en cada casa a donde él se detenía: ¡Mary!, ¡Mary!, ¡Mary!, ¡Llegué de Ocumare!,;  junto con mi hija armamos una algarabía a esa hora de la noche, donde una comunidad tranquila dormía y descansaba su fatigado día de trabajo.  


Ninguna luz se encendía, hasta que al fin una de las casas encendió la luz de afuera y adentro otras luces brillaron como estrellas en el cielo de mi existencia, salió el gentío a recibirme, ¡que alegría!, ¡me salvé!, ¡que emoción!. ¡Gracias caballero!, ¡muchas gracias  por haberme traído!. ¡Gracias a la vida que me ha dado tanto!.