En fin, hay muchos espacios de convivencia a que necesariamente tenemos que adaptarnos en este modernismo o finales de mundo que nos tocó ser sorprendidos.
Estos son mis secretos, mi biblioteca, frases, relatos, historias y cuentos, que celosamente he guardado en mi nube, de los lugares donde he trabajado como maestra, en Venezuela, que ha llenado mi vida de satisfacciones; poesías que han salido del fondo de mi alma para botar con sus letras mi deslastre. ¡¡¡¡Que entre la vida de nuevo!!!! Y como Pablo Neruda: "Confieso que he vivido"
En fin, hay muchos espacios de convivencia a que necesariamente tenemos que adaptarnos en este modernismo o finales de mundo que nos tocó ser sorprendidos.
Una amiga me invitó a su casa y yo encantada acepté, porque era en otro Estado y bueno arregle mis cosas y los de mi hija mayor y nos fuimos; llegamos al Nuevo Circo, en La Hoyada que es lugar de embarque para casi toda Venezuela, tomamos un carro de cinco puestos y nos fuimos, aproximadamente 341 kilómetros, mas o menos, mas de cuatro horas de viaje; según las indicaciones debía bajarme cerca de la Catedral y allí tomar un taxi que me llevaría hasta su casa.
Así lo hice, nos bajamos con esa pesada maleta, me dirigí hasta los dos taxis que estaban estacionados y le pregunté al primero de ellos si me podía llevar hasta la dirección que le indiqué, me respondió con un seco -_¡NO!,
_Bueno, gracias
Me dirigí al segundo taxista y le hice la misma pregunta: _Me podría Ud. llevar hasta esta dirección?
Me respondió con un re-seco _¡NO!
_Bueno, Gracias.
Y se quedaron los dos recostados de sus respectivos carros.
No entendí la negativa, agarré mi muchacha, mi maleta y crucé la autopista, era aproximadamente las diez de la noche, noche silenciosa, desolada como las noches de cuarentena, no pasaba ningún vehículo, silencio absoluto.
A lo lejos se vislumbra los faros de un carro, que alumbran el espacio donde estábamos paradas nosotras dos, contemplando la hermosa Catedral en toda su belleza, le extiendo mi brazo, se detiene y le hago la misma pregunta, me responde que sí, que es lejos, pero que él me va llevar.
Salimos de la autopista, salimos de la calle y y entramos a una vía de tierra, siempre confiando en el chofer que era dueño de mi vida en esos momentos. El chofer me indicó de donde a donde era el nombre de la calle que tenía escrito, que ya habíamos llegado, que le indicara la vivienda a donde debía dejarme; la calle estaba a oscuras, todas las casas tenían las luces apagadas, no había un alma en ninguna esquina,, a quien se le pudiera hacer alguna pregunta. El taxista subía y bajaba la calle, de arriba abajo y nada que encontraba la casa, todo estaba muy oscuro, no podía leer ningún número, y me daba miedo bajarme amirar losnúmeros de las casa y dejar la niña en el carro. Hasta los faros estaban apagados y el señor me preguntó que qué iba a hacer, qué iba a resolver, lo único que se me ocurrió fue: _La llamaré, la voy a llamar, y empezamos a pegar gritos en cada casa a donde él se detenía: ¡Mary!, ¡Mary!, ¡Mary!, ¡Llegué de Ocumare!,; junto con mi hija armamos una algarabía a esa hora de la noche, donde una comunidad tranquila dormía y descansaba su fatigado día de trabajo.